La joven colombiana Josefina Muñoz que ‘Vogue’ resalta, como una de las diseñadoras del futuro: busca cambiar el concepto de lujo y democratizar la moda.
La bogotana Josefina Muñoz, de 24 años, es una de los 19 diseñadores que “están escribiendo el futuro de la moda”, según lo tituló la prestigiosa revista ‘Vogue’. En su pasada edición presentó la selección de los mejores proyectos de grado –entre los que estaba el de Muñoz– de tres de las más prestigiosas escuelas de diseño en Nueva York: el Instituto Tecnológico de Moda (FIT por su sigla en inglés), la Parsons School de Diseño de la universidad The New School y el Instituto Pratt.
El trabajo por el que destacó la colombiana es ‘No me copies’, un concepto original con el que busca profundizar sobre el origen de las desigualdades sociales y la discriminación que aumenta a través de las marcas de lujo.
Ella estudió en el Parsons School, en Nueva York, y siempre le apasionaron las transformaciones sociales que se pueden lograr desde el diseño de moda. Por eso, una de las partes de su propuesta ‘No me copies’ consiste en un taller llamado ‘Comer pollo y tomar café’, con el cual muestra cómo un acto simple puede volverse lujoso.
Muñoz aquí explica a fondo la idea detrás de su trabajo, que la perfila como una de las grandes diseñadoras del futuro.
¿Cómo se sintió por el reconocimiento de la revista ‘Vogue’?
Me sentí demasiado feliz. Los institutos enviaron postulaciones y la revista escogió 19 estudiantes recién graduados. Especialmente me llena de gratificación que una plataforma de tal importancia reconozca mi proyecto porque se salta muchas de las normas preestablecidas de los diseñadores. Estoy intentando cambiar las percepciones, no solo replicar y crear, sino también transformar.
Y más por el esfuerzo que hizo por ser admitida en Parsons…
Es cierto, cuando apliqué por primera vez a Parsons me rechazaron. Y tenían toda la razón, realmente yo no tenía un portafolio y me decían: “¿Cómo quieres estudiar diseño de moda si no tienes proyectos?”. Entonces apliqué a FIT. Mientras me respondían empecé a ir a clases nocturnas para armar un portafolio, y durante el día aprovechaba la ciudad como inspiración. Luego de un tiempo, justo el día de mi cumpleaños, de FIT me avisaron que había sido rechazada para el programa Diseño de Moda, pero me llamó el director de Producción de Moda y me dijo que se quería reunir conmigo. Me explicó que podía entrar a su carrera, pero eso sí, que de diseño tenía poco.
¿Y, entonces, qué pasó?
Me hice a la idea de que aunque el diseño no era lo mío, iba a ser la mejor productora de moda del mundo. Pero en la noche me llegó al correo una carta de Parsons que tenía como asunto ‘Tu decisión está lista’. Yo ya imaginaba que me habían rechazado, pero igual la abrí y decía todo lo contrario. ¡Había sido aceptada al programa de Diseño de Moda!
¿De qué se trata el proyecto ‘No me copies’?
Empieza por cuestionar cómo se generan barreras excluyentes a través del consumo de lujo. En principio, no todo el mundo tiene el poder adquisitivo para comprar productos de marcas lujosas. Esa es una primera parte del proyecto: ver cómo se pueden derrumbar esas brechas.
¿Por qué dice que “en principio”? ¿Luego se vuelven asequibles?
De alguna manera sí, y lo pienso con los productos chiviados. Las personas que quieren ser parte de la minoría que compra lujos y no tienen los suficientes medios económicos consiguen prendas Gucci, Fendi o Louis Vuitton en los mercados negros como San Andrecito. La segunda parte de mi proyecto hace un análisis de las cosas chiviadas, especialmente en el ámbito de la originalidad, porque allí se permite crear combinaciones inusuales que pueden usar muchos cuerpos diferentes. Claro, en el otro lado están quienes tienen acceso a las marcas de lujo, entonces recolecté bolsas para zapatos y carteras que son originales pero no tienen el mismo valor que el producto como tal. Así, inspirada en las prendas chiviadas, cogí las bolsas originales para crear mezclas de marcas que no colaborarían en el mercado regulado.
¿Y los talleres de ‘Comer pollo y tomar café’…?
Esos son la tercera parte de ‘No me copies’: cuestionarnos los sistemas sociales, políticos y económicos, cambiando el concepto de qué es lujo desde prácticas tan cotidianas y democráticas como comer pollo o tomar café.
¿Cómo se comportó la gente en los talleres?
Al principio, la gente estaba un poco confundida. Pero la idea del taller era proyectar un lenguaje tan exclusivo como el de la moda en cosas que son simples y democráticas. Era nivelar la herencia de la comida y de la moda. Comer pollo y tomar café son tradiciones que tienen tanta herencia como tomar té en Inglaterra. Era fusionar estas dos herencias en una, basándome en que todo el mundo puede comer pollo y que se come con guantes. Entonces, yo había comprado unas bolsas en un mercado de México y con esas hicimos unos guantes para comer pollo, les agregamos los logos de marcas lujosas y la gente estaba participando emocionada. Pensaban: ‘Quiero comerme el pollo con guantes Channel o Fendi’, las personas disfrutaron y comieron juntas, fue un momento de lujo. De hecho, ese casi que es el lujo, algo que se puede replicar en todos lados y todo el mundo puede participar, pero que ocurre en situaciones especiales. Lo importante es que en cada lugar adaptamos el ejercicio, porque en todos los sitios el pollo es diferente y la gente también. No es lo mismo comprar un pollo en Suiza que en México (dos de los lugares donde se realizaron los talleres).
Diseñar porque se ve lindo ya pasó de moda. Se puede generar cambios sociales desde la moda, desde lo que usamos a diario, que, en últimas, influye en nuestras prácticas
¿Y qué hizo con los huesos?
Los recolecté e hice accesorios, collares, aretes, pulseras. En sí, el lujo es casi que tener ese momento tan único que solo se dio en ese lugar específico con esa gente tan particular que fue a comer pollo. Y gracias a ese momento único, los residuos se convierten en lujo. Es un poco difícil de entender, pero el lujo es algo más que valor monetario: es poder compartir y disfrutar momentos a través de medios democráticos.
¿Cuál es el poder de la moda, más allá del ‘look’?
Realmente la moda tiene un alcance infinito, nos influencia todo el tiempo en la forma como vestimos y actuamos. Creo que mi generación es más consciente de que hay algo más allá de lo visual, que claro que es importante, pero más importante es tener sistemas que ayuden al medioambiente y marcas que poco a poco eduquen al consumidor. En la demanda es donde puede darse un cambio en la industria. Por eso, la conciencia del consumidor influye en lo que se produce.
¿Cómo se puede aportar a disminuir el cambio climático desde la moda?
Hoy hay una ola de sostenibilidad que, aunque considero adecuada, me parece peligroso que solo sea una moda, porque luego pasa. Hay que exigir transparencia para que las marcas digan cómo están produciendo sus prendas. Diseñar porque se ve lindo ya pasó de moda. Siento que se puede generar cambio social desde la moda, desde lo que usamos, que, en últimas, influye en nuestras prácticas.