LA MINISTRA DE LOS SUEÑOS

Por Ana Bejarano Ricaurte

Hace mucho tiempo no presenciábamos una puesta en escena que
retratara con tanta precisión nuestro Estado fallido. Es perfecta. Ni la
mejor escritora hubiese podido idear un relato más fiel sobre la cantidad de males que aquejan a este remedo de democracia y a este proyecto de comunidad en esta caricatura de gobierno.
El libreto prometía. Con la misión de ejecutar una de las banderas del
Gobierno de Iván Duque, Karen Abudinen, su ministra de comunica- ciones y amiga personal –como casi todos sus funcionarios–, instalaría puntos de conectividad para llevar internet a diez mil poblaciones de difícil acceso.

La misión principal era beneficiar a estudiantes desconectados en todo el país. ¡La ministra delos niños!

Déjeme decirle en
voz baja, señora
ministra, que su
paranoia encuentra
sustento en la
realidad y que
sus funcionarios
están hablando
con los medios de
comunicación porque
no la respaldan,
porque usted no
conoce el sector que
pretende liderar

Y de la buena suerte, por- que, además, apareció un proponen- te que ofreció 2.526 puntos, muy por encima del resto de las otras empresas de verificada trayectoria en la industria. Y también la ministra de los sueños, pues contaba con que iba a salir en hombros hasta Barran- quilla, donde sería elegida alcaldesa de su ciudad, ese bastión de los Char, la casa política que representa

Pero el estreno fue un fracaso en la taquilla. Se eligió a un contratista que falsificó las garantías y recibió setenta mil millones de pesos sin vislumbrar nada aún de las obras prometidas.

Los personajes son los de siempre.
El protagonista, un poder ejecutivo que no rinde cuentas ni ejerce un centímetro de responsabilidad política, pues ya salió el presidente a decir que su ministra “es una mujer honorable”, como si en algo importara la opinión que tiene de su fun- cionaria o sirviera de explicación.

La ministra cree que se salva caducan- do el contrato y lo que quiere es si lencio, pues convocó a una reunión en su despacho para intimidar a sus
funcionarios y exigió la repetición de consignas para confirmar su lealtad.
Déjeme decirle en voz baja, señora ministra, que su paranoia encuentra sustento en la realidad y que sus funcionarios están hablando con los medios de comunicación porque no la respaldan, porque usted no conoce el sector que pretende liderar y porque quieren que la verdad salga a relucir.
Los mal llamados organismos de control aparecen en escena como

fantasmas, obsecuentes actores
secundarios. Este episodio afianza
lo que Transparencia Internacio- nal advirtió el año pasado: la con- nivencia de la Fiscalía, Procuradu- ría y Contraloría con el ejecutivo
constituye el fracaso del equilibrio
democrático. La Procuraduría, por
ejemplo, ejerció un supuesto acom- pañamiento preventivo en la lici- tación, que en nada previno lo que
pasó. Estos amigos del presidente se
han limitado a pedir información y
documentos al Ministerio de Tecno- logías de la Información
y las Comunicaciones
(TIC), aunque ya están
identificados los posi- bles involucrados. Lue- go abrirán investigacio- nes “exhaustivas” para
que caiga el agua sucia,
pero no a las cabezas,
sino a los mismos man- dos medios de siempre,
si es que alguien paga
los TICS rotos.
El flojo antagonista de
esta novela es el legis- lativo, desde donde ya
se anunció una moción
de censura en contra de la minis- tra, mecanismo que no ha prospe- rado una sola vez pero ha servido
para atornillar a funcionarios tam- baleantes. Se les hace agua la boca
a los parlamentarios que usan este
supuesto instrumento de control
institucional para satisfacer su ape- tito burocrático. El sector oficialista
defenderá sin pena a la ministra; y la
oposición fracasará, fragmentada y
sin dientes.

La novela cierra con las comunida- des y escuelas desconectadas, pues
por estos niños no se sacude nuestra
institucionalidad, ni por un erario
desahuciado, pues 58 mil millones
ya se transfirieron a la empresa nor- teamericana Nuovo Security LLC. Y
hace unos días, cuando apareció el
ministerio en las instalaciones del
proyecto, los trabajadores le solici- taban el pago de sus salarios.
La génesis de este desastre anun- ciado son los contratistas que mon- tan el ardid, los abo- gados que les facilitan
su armazón jurídica y
los funcionarios que
miran para otro lado,
o con gusto, cuando
los ladrones están en- trando por la ventana.
Entre tanta podre- dumbre repetitiva y
agotadora, hay excep- ciones: funcionarios
indignados, técnicos
que saben de política
pública de comunica- ciones y, por supues- to, periodistas que
se atreven. Entre ellos, una heroí- na inadvertida: Paola Herrera de W
Radio. Ella prendió las alarmas cuan- do nadie se percataba, haló la pita y
expuso la verdad. Tal vez es Paola la
verdadera protagonista de esta tra- ma. Gracias a periodistas como ella
recordamos que el mejor control al
poder descansa en la prensa libre. Y
en el voto de sus oyentes.

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