LUIS SUÁREZ, Aló BARCELONA…

Celebración de Suárez con un teléfono imaginario tras su 2-0 al Barça.

Lo que Koeman no imaginó, cuando hace poco más de un año levantó ese teléfono, es que, quizá, uno de sus últimos tiros en el Barça se lo descerrajaría aquel a quien llamaba, aquel que ya no le valía. Sus botas, decía, ya viejas, gastadas, amortizadas. Esas, las mismas, que ayer, cuando asomaba el descanso en el Metropolitano firmaban en sangre y pólvora la enésima muesca en el derrumbe de Koeman (aunque Laporta amaneciera confirmándolo, quizá por la falta de dinero y sustituto). El 2-0 del Atleti. Podrían decirle karma. Se llama Luis Suárez.

No le había curado aún la profunda herida en Lisboa y al descanso del Metropolitano ya tenía dos balas más Koeman, obligado a mirar desde el palco (por sanción) su obra. Un Barça que juega rodeado de dudas, nervios y tufo a crisantemos. Y eso que saltó al partido pintado al gusto del presidente, con un 4-2-3-1. Barça en tono Levante, sin experimentos. Con velocidad, posesión y jóvenes como Gavi, a la izquierda, corriendo hacia el futuro para desvanecer el negro presente. Pero, si comenzó como sabe, como se reconoce, secta del balón, no era profundo. Y mascar y mascar, sin profundidad ni ocasiones, sólo deja el juego como un chicle sin sabor. Y todo esto ya estaba en los planes del Cholo. Dejarles la posesión y matarles a la contra, a picotazos. Los llevaban todos en las botas João Félix y Lemar.

Con su titularidad, la de ambos, junto a Suárez, lastimó con facilidad el Atleti toda la inocencia culé. João y Lemar convirtieron la hierba del Metropolitano en un laberinto de espejos en el que introducían a Araujo, Piqué y Mingueza para transformarles en conos. Los dos fichajes más caros de la historia del Atleti, al fin, funcionando. Después de tantas dudas, pitos, de tantos grises. En el día en el que el Metropolitano se llenaba de nuevo, que rugía con casi todas sus gargantas, 60.594 a la vez, año y medio después. Ambos tienen la cabeza rápida y el pie del artista. Su partido fue una clase magistral de cómo asociarse y buscar espacios. Entre los dos apretaron aún más la mortaja de Koeman.

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