Mahatma Gandhi, 150 en marcha

El aniversario del mitificado padre de India reúne a un país en tensión

Se cumplen 150 años del nacimiento de uno de los pocos iconos políticos del siglo XX que no andan en andrajos a estas alturas del siglo XXI. Gandhi resiste y resiste. No particularmente en la India bronca de Modi, sino en todo el mundo, especialmente allí donde hay movimientos de emancipación por vías pacíficas.

Mahatma Gandhi, ciento cincuenta años en marcha

En este día festivo en India, Mohandas Karamchand Gandhi es celebrado hasta por los herederos políticos de quienes lo mataron. Mientras en todas partes es reivindicado como apóstol de la desobediencia civil, en India lo es en nombre del civismo.

Día festivo

Gobierno y oposición peregrinan a lugares emblemáticos de la vida del líder pacifista

Ahora que aquel hombre sin bolsillos está en todas las carteras –su rostro ilustra todos los billetes de 5 a 2.000 rupias– Gandhi es de todos. Está tanto en boca del primer ministro Narendra Modi como del huidizo Rahul Gandhi, que no es bisnieto del mahatma , pese al apellido, sino de su delfín, Nehru. Si los extremistas hindúes le culpaban en su día de contemporizar con los musulmanes y de transigir ante el desmembramiento de India, ahora lo desempolvan por lo mismo, en sus delirios de un país homogéneo.

Por todo ello, no hay partido que no anime hoy a sus diputados y afiliados a peregrinar a lugares gandhianos. Sonia Gandhi –madre de Rahul, viuda de Rajiv y nuera de Indira– lo hará hasta el lugar de su cremación, en Delhi.

Mohandas Karamchand Gandhi nació en Porbandar, en Guyarat, en el seno de la casta comerciante, ritualmente sólo por debajo de las castas guerrera y brahmánica. Se formó en Londres y sobre todo en Sudáfrica y hasta los cincuenta años fue “un fiel súbdito”. Religioso y conservador, el abogado Gandhi jamás quiso desmantelar el sistema de castas, sino integrar en él a los descastados, los parias. Mientras, elogiaba a la opresiva aldea frente a la ciudad y echaba humo frente a la industria y el ferrocarril.

Sus muchos anacronismos fueron redimidos al agitar y coronar la lucha por la independencia. Sobre todo, por la rectitud y la autoridad moral con que la condujo. Para devolver a los británicos a su lejana isla, tuvo que transformar el club que era el Congreso Nacional Indio (CNI) en un partido de masas, con golpes de efecto propios de un populista consumado, como la marcha de la sal .

Para ello, tuvo que empezar a hablar como un brahmán y a vestir –es un decir– como un fakir, apelando a las pulsiones religiosas de hindúes y musulmanes, para desesperación de racionalistas como Rabindranath Tagore.

Congreso nacional indio

El que fuera su partido sigue en manos de la familia de su delfín, Nehru

Cada golpe recibido, agrandaba el movimiento. Tanto él como sus colaboradores entraron en prisión varias veces, purgando penas de varios años. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, la fruta estaba casi madura.

La emancipación de trescientos millones de indios encendió la imaginación de medio mundo y desató una ola descolonizadora. Eso sí, Gandhi nunca recibió el premio Nobel de la Paz. Mientras que su antagonista, Winston Churchill, podía fumarse un puro por su Nobel de Literatura.

La propia India mató al padre enseguida, para exaltarlo mejor. Luego empezó a museizar su legado, empezando por la rueca, su forma de dignificar el trabajo manual despreciado por las castas altas, a las que también animaba a limpiar letrinas en sus asramas.

En vida, Gandhi podía poner de acuerdo a Churchill y a Neruda: “India, no amé tu desgarrado traje, tu desarmada población de harapos”, escribió este, unos versos antes de arremeter contra “las pequeñas aldeas aplastadas”.

El genio de Gandhi podría haber terminado en una gran frustración, más allá de una soberana toma de conciencia, de no haber mediado el cataclismo bélico. Sin la tenaza formada por los alemanes y los japoneses, los británicos difícilmente habrían abandonado Asia tan pronto. Churchill no quería, pero los laboristas ganaron las elecciones. Y el CNI pudo cobrarse el sacrificio bélico. Asimismo, Londres hubo de dejar sitio a los nuevos colosos, EE.UU. y la URSS, en un reajuste en el que el derecho de autodeterminación encontró acomodo.

El vietnamita Ho Chi Minh, cuando visitó India, ironizó que Gandhi hubiera abandonado la lucha no violenta si hubiera tenido en frente a los franceses. Luego la influencia gandhiana fue reconocida por Luther King, Mandela o Aung San Suu Kyi.

Gandhi visitó la disputada Cachemira, por primera vez, una semana antes de la independencia y fue aclamado. Luego Nueva Delhi se desentendió de su ejemplo.

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