Escuché en la radio la semana pasada a un locutor, joven por su tono de voz, hablar de los jóvenes del 68, diciendo que hablaban a sus padres de usted y que la autoridad de estos era inapelable, que las mujeres no podían asistir a las universidades y otras barbaridades como esta. Simultáneamente en la revista Relatos e Historia en México de octubre, leí un artículo de Rosalbina Garavito, exguerrillera, actora del movimiento del 68 y posteriormente participante en la política partidista. Buscaba una interesante narración y me encontré con una apología ideológica, en donde mezclaba conceptos de marxismo tradicional, con los del feminismo radical y de la Ideología de Género en boga.
MIS RECUERDOS DE JUVENTUD.
Siendo un joven estudiante de la U.N.A.M. en aquellos años, me siento con todo el derecho y la imperiosa obligación de contar mi versión de cómo eran las cosas y de cómo viví el movimiento.
El “Desarrollo Estabilizador”
El plan que elaboró Ortiz Mena en 1958 para el presidente electo, López Mateos, tenía la finalidad de resolver los problemas de alta inflación y la caída de la demanda de los productos mexicanos, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial.
El programa pretendía incrementar el ingreso de campesinos y obreros, diversificar las actividades productivas del país, promover la industrialización, incrementar la productividad, estabilizar el tipo de cambio, generar nuevas fuentes de financiamiento para las empresas y garantizar la estabilidad interna.[…]
El ahorro interno, en el modelo, debería ser el motor de la inversión. Para ese fin, se desarrolló el sector financiero privado, pero también la banca pública, para financiar el desarrollo.
El desarrollo del campo era fundamental por varios motivos, para mantener balances comerciales, pero también para incrementar el consumo de la población de granos básicos.
El Desarrollo Estabilizador se basaba en una división del trabajo entre el gobierno, los empresarios, los obreros, la burocracia y los campesinos. El gobierno ofreció a los agentes económicos reglas claras y la capacidad de construir consensos. Los salarios de los trabajadores organizados crecían en términos reales y se les ofrecieron prestaciones, servicios educativos, de salud y de seguridad social.>>
El crecimiento económico de 1968 fue del 7% anual, un excelente año económico, prácticamente con cero desempleo.
Por esos años mi hermano Federico, terminada la Preparatoria, se dejó seducir por un buen empleo y en unos cuantos meses, tenía ya su auto Gordini, Renault, a pagar en dos años. El sistema de compra a plazos con tasa fija se extendió a la vivienda, al mobiliario y a los viajes turísticos, entre otros conceptos.
La migración campesina no era entonces a Estados Unidos en busca del “sueño americano”, sino hacia la ciudad de México, en donde se fueron creando suburbios, en un principio sin servicios. Existió durante la II Guerra Mundial un programa legal de “braceros” para ir a realizar trabajos agrícolas en EE. UU., mismo que se continuó durante algunos años posteriores a la misma.
Los jóvenes del 68
Cierto que se vivía en la “guerra fría” entre la U.R.S.S. y EE. UU., que los jóvenes norteamericanos iban a pelear a Vietnam. Que su contrapropuesta era la evasión social mediante el movimiento hippie, que se retiraba a vivir en comunas, y la protesta social y el consumo de drogas, sobre todo de la mariguana, el lsd y la cocaína.
En México conocíamos esta realidad, pero nos parecía muy lejana e incluso no existía la sicosis de una posible guerra nuclear ¡Estaban tan lejos Washington y Moscú, que no nos llegaría la radiación!
Nuestra realidad era muy distinta. Nuestra generación pertenecía a la de los “baby boomers”, la explosión natal que siguió a la II Guerra Mundial; vivíamos en un mundo de jóvenes, ensombrecido por los numerosos casos de aquellos que de niños que habían contraído la poliomielitis. La gordura no era un problema social de salud, ya que no llegaban aún la nociva “fast food”, ni los videojuegos. Los niños y los jóvenes, por las tardes salíamos a jugar en las seguras calles de las ciudades y quemábamos el exceso de calorías.
La familia no era, ni es, “patriarcal”, sino todo lo contrario era y es “matriarcal”, esto debido a que la madre es el centro y el vínculo de la familia; toda vez que el hombre embaraza y se marcha, o bien el padre se ausenta en ocasiones por días, semanas o meses, por razones laborales. Esto se ha fomentado en la CDMX con la ayuda establecida por López Obrador a las “madres solteras”, lo que incrementa las uniones libres para poder recibir la pensión y el desarraigo del padre.
El estudiantado de la U.N.A.M., se componía por 50% de estudiantes de la Preparatorias de la misma, cuya admisión estaba sujeta a un promedio mínimo de ocho. El otro 50% era para estudiantes de Preparatorias particulares y de provincia. No había restricciones en cuanto al género y así había mayoría de mujeres en Filosofía y Letras y en Odontología. Salvo la Facultad de Ingeniería, en todas las demás se podría decir que estaban en la misma proporción hombres y mujeres. La UNAM era un crisol en donde participaban todas las clases y jóvenes de toda la República.
El “choque generacional”
Este concepto sociológico que viene de los países nórdicos se dio sobre todo en los países que participaron en la II Guerra Mundial y se palpa sobre todo en la huella que deja el padre que se marcha a la guerra, magníficamente plasmado en la obra musical “The Wall” de Rogers Waters (Pink Floyd). Se pierde el modelo del padre y John Lennon crece sin él. Hay un resentimiento contra la generación anterior y sobre todo contra la guerra que dejó a los hijos sin padre.
México que tuvo una participación simbólica en la II Guerra Mundial con un escuadrón de pilotos, no fue afectado socialmente de ninguna manera por ella. Luego entonces en los hogares no existía este choque. Lo que había era una sociedad tradicional, muy fuerte sobre todo en las familias que venían de provincia y más laxa en las familias citadinas. Aquí debo contradecir al locutor que aplica el hablarse de usted a todas las familias, cuando esto era característico y aún lo es en las familias de provincia.
Lo que está detrás de este choque generacional es que tras la guerra viene una recuperación económica de las naciones y luego una bonanza económica, que ocasiona que los jóvenes tengan un poder adquisitivo que es captado por la mercadotecnia y las mafias de la droga. Así se empieza a desarrollar una moda a base de jeans, playeras y tenis, luego los trajes “Mao” de los Beattles; los cortes de pelo de la “ola inglesa”, el pelo largo y las largas barbas. Los nuevos géneros musicales también constituyen un poderoso atractivo para los jóvenes.
La “cultura revolucionaria en México”
Lentamente se va creando una nueva cultura juvenil, que tratará de ser controlada básicamente por el marxismo, infiltrado en la Escuela Normal para Maestros, en las Normales Rurales y en la Escuela Nacional de Agricultura (Chapingo), desde su fundación. De estas Normales Rurales surge la guerrilla que en septiembre de 1965 ataca el Cuartel de Madera en Chihuahua. Pero la ideología va ganando terrenos también en la Universidades y en el Instituto Politécnico Nacional.
De abril a septiembre de 1958 el Movimiento Revolucionario del Magisterio protagonizó una serie de huelgas y un movimiento social en la que participaron maestros, intelectuales, obreros y profesionistas. Mi hermana Alicia, en aquél entonces alumna de la Normal para Maestros, participó en algunas manifestaciones. Fue seducida por la oratoria del líder Othón Salazar, “es que habla tan bonito” decía. El 7 de septiembre Othón Salazar y los principales dirigentes fueron aprehendidos.
En la literatura circulan y son recomendadas por algunos maestros las tediosas obras de Marx y Engels y otras más frescas y actuales como las de Regis Debray, el Che Guevara, Herbert Marcuse, Wilhelm Reich, Louis Althusser, Martha Harnecker. La publicación del “Diario del Che”, tras su muerte el 9 de octubre de 1967, es todo un hito.
En la música aparece “el Canto Nuevo”, género latinoamericano inspirado por las canciones de Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, Mercedes Sosa, Alfredo Zitarrosa, etc. Aparecen las “Peñas” frecuentadas por universitarios, en donde se escucha a los autores y cantantes revolucionarios y es obligatoria repetir la canción-himno “Comandante Ché Guevara”. En otra corriente aparecían los cantantes españoles antifranquistas como Joan Manuel Serrat, Víctor Manuel, Ana Belén y otros.
Dentro de esta nueva cultura, lugar importante lo ocupaba “la liberación sexual” favorecida por la reciente creación de la píldora anticonceptiva, que permitía a las jóvenes tener relaciones sexuales sin el riesgo del embarazo, a su promoción coadyuvaba sin lugar a dudas el cine y cierta literatura, en tanto que el Psicoanalista austríaco Wilhelm Reich proclamaba que “no había acto más revolucionario que el orgasmo”
El “mito sociológico” y “los profetas” del 68
Agradezco a mi madre haberme inculcado el gusto por la lectura y si de niño me gustaba leer sobre los OVNIS, la Atlántida y después a Lobsang Rampa (El tercer ojo), también me gustaba leer sobre historia de las antiguas civilizaciones, hasta que llegó a mis manos “La técnica del golpe de estado” de Curzio Malaparte, quien me inició en el gusto por la ciencia política. En casa, mi padre llevaba diariamente las Últimas Noticias de Excélsior y el domingo me tocaba ir a comprar el Novedades. Fue en este periódico en donde descubrí a un analista político que se convertiría en mi maestro en estas lides y me refiero nada menos que a Ernesto Julio Teissier.
El movimiento estudiantil de 1968, a lo largo de la insistencia de todos estos años en recordarlo como un fenómeno de la juventud en “todo el mundo”, se ha elevado ya a la categoría de “fenómeno sociológico” y constituye un “dogma” conceptualizado como un “espontáneo movimiento estudiantil democrático” que representa un “parteaguas” en la historia de nuestro país, ya que abrió las puertas a la democratización del país (¿?).
Sin embargo este “espontáneo movimiento” fue “profetizado” por mi admirado analista político Ernesto Julio Teissier, con dos años de antelación y como consecuencia de movimientos estudiantiles realizados en ciudades como Hermosillo (1963) y Morelia (1966), en donde los estudiantes se declaraban en huelga por los motivos más nimios -como pudo ser la elevación del pasaje del transporte público-, secuestrando camiones, que luego incendiaban y acababan estableciendo campamentos en la plaza de armas de la ciudad, formulando pliegos petitorios absurdos. La solución al conflicto por parte del gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz siempre fue la misma: cercar la plaza con el ejército, apresar a los líderes y terminar con ello con el movimiento, siempre con saldo blanco.
Ante el último de estos movimientos, el de Morelia, Ernesto Julio Teissier, afirmó “se trata del ensayo general de lo que veremos próximamente en la Ciudad de México”. Otro profeta fue el mismo Díaz Ordaz, quien en un mensaje en cadena nacional, efectuado a principios de 1968, manifestó que “vendrían tiempos difíciles para la Nación, en los que los mexicanos deberíamos de permanecer unidos”. El mensaje dentro de la retórica priista fue tan cifrado, que pasó desapercibido y nunca fue entendido, pero la realidad es que en la cúpula del gobierno se sabía que por realizarse el evento olímpico de 1968 en México, las izquierdas –muy diversificadas entonces: la revisionista (URSS), la troskista (China), la castrista e incluso la de la “teología de la liberación” (católica) intentarían algo. El mismo general Lázaro Cárdenas “líder moral” de la izquierda se encontraba muy activo y buscaba revancha de viejos agravios de la época de la revolución contra el también general revolucionario, ahora Secretario de la Defensa, Marcelino García Barragán.
Finalmente Arturo un amigo de mayor edad que yo, estudiante de Ciencias Políticas y muy buen analista político, en el mes de junio, en tono muy serio me dijo: “Jorge, me temo que lo que está pasando en Francia suceda aquí en la Ciudad de México” y comentamos algo que ya había yo observado y es el hecho de que las Sociedades de Alumnos que regían la vida del alumnado en cada escuela o facultad (eran las representantes del alumnado ante la Rectoría), habían sido derrocadas, una por una, por grupos estudiantiles que se presentaban bajo diversos nombres y que en ese momento eran los líderes del estudiantado y que en unas semanas conformarían el Comité Nacional de Huelga, ahí estaban entre otros: Sócrates Campos Lemus, Marcelino Perelló, Gilberto Guevara Niebla, Roberto Escudero y Luis González de Alba. Ya solo quedaba esperar para saber como y cuando empezaría el movimiento.
La mentalidad de las izquierdas para llegar al poder, entonces, era la del golpismo, que había efectuado con éxito el marxismo en Rusia, y posteriormente en otras naciones de Europa. En América, Fidel Castro había demostrado la efectividad de la guerrilla; lo que llevaba al teórico Regis Debray a concebirla como la vía insurreccional para América Latina. En México se habían ya formado grupos guerrilleros, como el que llevó al asalto del cuartel militar en Ciudad Madera en 1965, y que efectuaban una febril actividad de reclutamiento e indoctrinación, principalmente en las Normales Rurales, la Escuela Normal para Maestros en la Normal Superior, en Chapingo, la UNAM y el Instituto Politécnico Nacional. El fruto de esta labor se vería en el movimiento de 1968, y en los 70´s, con la proliferación de numerosos grupos guerrilleros en todo el país.
El movimiento de mayo en París, Francia
Fue encabezado por el estudiante de la Universidad de Nanterre de origen judío-alemán Daniel Cohn-Bendit, como protesta al asesinato del estudiante Rudi Dutschke apodado “el rojo”, ocurrido en Berlín en el mes de abril, paralizó la ciudad de Paris, pero no depuso al viejo zorro Charles De Gaulle, que los dejó dueños de París, hasta que fueron derrotados por la acumulación de basura, la falta de transporte y de otros servicios.
Díaz Ordaz que como Secretario de Gobernación había enfrentado los movimientos ferrocarrileros y magisteriales, estaba consciente de que se avecinaba otro intento golpista, aunque no sabía cuando y como iniciaría. Este comenzó de la manera más tonta e inesperada en el mes de julio, con un pleito entre dos escuelas –lo cuál era frecuente-, en el cuál intervino el cuerpo de granaderos. Las primeras pancartas mostraban a granaderos con aspecto de gorilas, sin embargo los uniformes no correspondían a nuestros granaderos, sino que eran de policías franceses y es que ya estaban aquí los “asesores franceses”.
En la `liturgia´ del recuerdo no se muestran nunca los camiones ardiendo, la zozobra de la población ante la falta de transporte, las armerías del centro de la ciudad saqueadas, las actitudes agresivas e insolentes de los “estudiantes” que saqueaban comercios, las armas cortas, las bombas “molotov”; sólo se muestra algo de las pancartas con las efigies de Marx, Engels, el Che Guevara. Sin embargo fueron días de terror e incomodidad para los habitantes de la ciudad que ante el secuestro y quema de camiones, de repente nos quedábamos sin transporte público para regresar a nuestros hogares, en tanto se veían pasar a los transportes secuestrados pintarrajeados y colmados de jóvenes gritando consignas contra el gobierno. Tampoco se menciona cuando iniciando su campamento en el Zócalo, se izó la bandera rojinegra en el hasta bandera y cuando violentamente se introdujeron a la catedral para hacer sonar las campanas. Fueron desalojados por el ejército, también con saldo blanco.
En el casco de Santo Tomás hubo un enfrentamiento a balazos de “estudiantes” contra las fuerzas públicas, con bajas de ambos lados.
A escasos 9 días de la inauguración de los Juegos Olímpicos, cuando empezaba a llegar la prensa extranjera, y previa promesa de los líderes de boicotear los actos públicos, Díaz Ordaz tomó la decisión de apresar a los susodichos líderes, había experiencia en hacerlo con el Ejército sin derramar sangre, para ello se procedía a cercar el lugar. Para tal efecto fue designado el general brigadier y comandante del Primer Batallón de Fusileros Paracaidistas, es decir, la élite del Ejército. A mayor abundamiento este cuerpo y su cabeza fueron los que terminaron en forma incruenta los conflictos de Morelia y Sonora. Habría participación de elementos policiales únicamente para identificar a los cabecillas del movimiento.
Ése 2 de octubre, el general Hernández Toledo, al entrar a la plaza de Las tres Culturas, se dirigió, a los manifestantes con un altavoz pidiendo calma y que desalojarán en lugar, cuando recibió por respuesta un tiro en el pecho que inició la balacera contra los manifestantes y el Ejército, que arribaba a la plaza. Esto tampoco se menciona en la `liturgia´ del recuerdo, -en la que solo se muestran las luces de bengala que indicaban al Ejército la orden de proceder-, posteriormente las escenas de los asistentes corriendo y el arribo del Ejército a la plaza, que sufre tres bajas y que inmediatamente y ante la desprotección en un espacio abierto toma la posición de pecho a tierra, apuntando sus armas hacia los departamentos del edificio Chihuahua, mientras la gente huía despavorida; incluso en el número conmemorativo de Proceso se pueden ver fotos con soldados parapetándose en alguna columna o muro con sus armas dirigidas hacia los multifamiliares, y fotos de los disparos que salían de algunos departamentos. El operativo había salido trágicamente mal ¿Qué había sucedido?
A 40 años de distancia aún no queda claro lo que sucedió, ya que en todas las marchas y mítines siempre hubo brigadas armadas de estudiantes radicales y/o ¿guerrilleros? Por otra parte parece ser que Luís Echeverría Álvarez, entonces Secretario de Gobernación, dispuso un operativo alternativo, con miembros de la policía política (Dirección Federal de Seguridad) a sus órdenes, cuya función sería identificar y detener a los líderes del movimiento y que se habían apostado en pasillos y departamentos de Tlatelolco, para agredir tanto a soldados como a manifestantes. Se les conoció como el “Batallón Olimpia” vestidos de civil portaban un guante blanco en la mano izquierda.
¿Cómo justificó ante su jefe los muertos? Parece ser un secreto que Díaz Ordaz se llevó a la tumba y al parecer Echeverría también lo hará, ya que en repetidas ocasiones ha declarado “no arrepentirse de nada”.
Con relación al mito de los cientos de víctimas Eduardo Valle alias “el búho” (RIP), miembro del Consejo Nacional de Huelga, posteriormente funcionario de la PGR y respetado periodista y columnista –como la mayoría de los ex dirigentes de ese movimiento, señala: “Pudimos demostrar que durante julio-diciembre de 1968 ocurrieron, al menos, 85 homicidios; 70 de ellos durante la masacre del 2 de octubre. Para el 10 de junio de 1971 se documentaron 42 cadáveres, 24 de ellos en condición de desconocidos. Para los acontecimientos de 1968 se presentaron, al menos, 11 cadáveres en calidad de desconocidos”
Totalmente ridícula es la explicación que da el historiador Enrique Krauze al desenlace, al atribuirlo a un “complejo de fealdad de Díaz Ordaz”, quien en contrapeso tenía el poder de un soberano absoluto dentro del sistema priista y gozaba de los favores de una de las jóvenes artistas más hermosas de aquella época: Irma Serrano (recalco, de aquella época).
El factor Echeverría y “la nomenklatura”
Luís Echeverría Álvarez, masón, era entonces un callado y servil Secretario de Gobernación, casado con la hija del ex-gobernador de Jalisco José Zuno que se había caracterizado por su persecución a la Iglesia Católica y cuyos hijos activistas de la izquierda habían conformado la Federación de Estudiantes de Guadalajara, que aún controla la Universidad de Guadalajara y detenta diversos puestos políticos. Su relación con los grupos guerrilleros es oscura. Por su diligente labor –era hombre que drogado, no tenía horario de trabajo-, fue designado como futuro candidato presidencial por el mismo Díaz Ordaz.
Echeverría Álvarez, miembro de un grupo del que sería la cabeza por muchos años y que Carlos Salinas bautizaría como “la nomenklatura”, mantiene una ideología masónico liberal pero con influencias del marxismo, en su acepción populista. Aunque identificados con el marxismo no permitieron, sin embargo que, la izquierda histórica (la proveniente del Partido Comunista Mexicano y la guerrilla) saliera de su control. Aunque Díaz Ordaz se atribuyó toda la responsabilidad del desastre de Tlatelolco para facilitar el camino político de su sucesor, posteriormente declararía que “su mayor error fue designar como su sustituto a Echeverría”.
La masacre del 10 de junio de 1971, efectuada contra la izquierda histórica ya siendo Echeverría presidente, reveló una gran similitud en el modo de operar del 68. Los verdugos en esta ocasión fueron “los halcones” grupo paramilitar creado cuando aún era Secretario de Gobernación. Fue ambivalente ante la izquierda, ya que si por un lado la reprimía, por otro lado le otorgaba empleos directivos y becas, consolidaba alianzas con Fidel Castro y Salvador Allende de Chile y daba asilo político y becas a los “tupamaros”, y a otros grupos guerrilleros y a toda clase de emigrados políticos. Fue él, después de Lázaro Cárdenas, quién acabo entregando la educación a los refugiados de la izquierda, en especial a los chilenos, tras la caída de Allende.
Formó o se sirvió de la liga “23 de septiembre” para aniquilar a sus adversarios políticos como el empresario Eugenio Garza Sada y ante la suspicacia popular auto-secuestró a su suegro, quien reapareció días después sano y salvo.
Aplicó un modelo estatista de economía, “nacionalizando” empresas, multiplicando fideicomisos y fondos, que fueron financiados con el endeudamiento externo y la emisión de billetes sin soporte, lo que llevó a la devaluación, e inflación y a liquidar el modelo del “desarrollo estabilizador” de los dos anteriores sexenios.
Escribe: Jorge Pérez Uribe