Pájaros de verano. Marihuana y metralla
El período conocido como bonanza marimbera tiene ingredientes casi legendarios, pero fue crudamente real. La mayor comunidad indígena de Colombia, los wayúus, se sumergió en los años 70 en el tráfico de marihuana, iniciando un periodo salvaje que fue el precursor del boom del narcotráfico en Latinoamérica.
Un hecho poco conocido fuera de las fronteras colombianas, que los cineastas Ciro Guerra y Cristina Gallego han retratado en Pájaros de verano, la película que Colombia eligió para la carrera de los Oscar tras presentarse en el Festival de Cannes y que en España se estrena el 22 de febrero.
La película continúa en parte la senda de El abrazo de la serpiente, la película de Guerra que fue la única cinta colombiana elegida para los Oscar, porque muestra el conflicto básico de la historia latinoamericana: el sometimiento de los pueblos indígenas por la presión colonizadora y capitalista.
“Lo que nos interesaba de la historia es que es una región muy apartada (La Guajira), donde vivía una sociedad muy tradicional, que fue la que vivió la transición de la sociedad colombiana: la llegada del capitalismo en su forma más salvaje y desatada y cómo eso implicó la llegada de la modernidad de una forma violenta en nuestro país”, afirma Guerra.
Pájaros de verano se aprovecha de la riqueza de las tradiciones wayúus y su relación con el mundo de los muertos y los sueños, y se reviste de un tono a caballo entre el cine de gangster y, gracias al árido paisaje desértico, e western. “Sí, es verdad, y al mismo tiempo esa lucha de clase recordaba a la tragedia griega y la dramaturgia universal. También nos interesaba que la sociedad wayúues es matrilineal, las mujeres tienen mucha fuerza y son las que guían el comercio y la política”.
Gallego añade: “Queríamos crear nuestra propia visión, que es la historia trágica de una nación: cómo el capitalismo salvaje irrumpe y llega la modernidad con toda esa violencia en la que estamos metidos. No es solamente la historia de los colombianos, sino al de los latinoamericanos. Hay una doble moral sobre el tema de las drogas muy fuerte. Por una lado es una cuestión de salud y recreativa, pero para Latinoamérica ha sido una tragedia. Y había que contarlo desde el lugar que ha puesto todas las sangres y todos los muertos”,
Había otra razón: enmendar una parcialidad histórica. “Estas historias han sido contadas desde otras cinematografías, normalmente por los gringos, normalmente por los colonizadores”, lamenta Gallego. “Se ha caído en la glorificación de los asesinos. Es como si la historia de la II Guerra Mundial la hubieran contado los nazis. Hay gente que admira a Pablo Escobar porque se ha contado como una historia de rebeldes y forajidos. Y queríamos contar la destrucción de las bases de la sociedad: la imposibildad de asumir la modernidad de una forma normal.