NELLY DEL RÍO, periodista santandereana quien vive hace 30 años en Canadá, relata como alla se vive la pandemia, por el COVID-19

Y la vida nos cambió, en un abrir y cerrar de ojos. El mundo se detuvo y de él nos bajamos todos, para encerrarnos en nuestras casas a pensar lo que es realmente importante: ¡La vida!

Aquí en Canadá o allá en Colombia, en cualquier parte del planeta, estamos juntos experimentando algo que jamás hubiésemos creído posible, pero que desafortunadamente estamos viviendo con la sensación amarga de estar experimentando un mal sueño, del que quisiéramos despertar ya, pero no es posible.

Nadie sabe cuánto va a durar esto, por aquí dicen que para regresar a la vida que conocemos, tendrían que pasar entre 18 a 24 meses, mientras tanto seguiremos confiscados en nosotros mismos, viendo como la economía global se derrumba mientras ese fatídico número de muertes sigue creciendo, sin compasión ni medida.

Cuando pensé en escribir estas líneas sobre cómo aquí en Canadá estamos enfrentando la pandemia, estaba lista para hablar de números, de cuántos decesos tenemos, cuántos infectados, cuántos casos resueltos… pienso que esas cifras duelen en el alma. Lo cierto es que nada de esto es un juego y que todos debemos quedarnos en casa.

¡Y lo digo en forma de súplica!, que estas cuatro paredes en la que estamos nos sirvan de barrera para enfrentar a ese enemigo que no vemos y que nadie sabe de donde salió, pero que está devastando al mundo, sin importar edades, ni fronteras ni razas.

En Ottawa, desde donde les estoy escribiendo, acabamos de salir de un invierno largo y duro , y ahora con el despuntar de la primavera y ese sol radiante que nos invita a aprovechar plácidas temperaturas , sabemos que no habrá tulipanes, ni festival y que tampoco tendremos verano porque los parques y las playas seguirán cerradas hasta quién sabe cuándo.

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Pienso en nuestros niños. En los de aquí y los de allá, esos pequeños héroes de los que casi nadie habla, pero que están resistiendo callados, y que tampoco entienden esto que está pasando. Si como adultos, para nosotros es difícil asimilar todo esto, imaginemos cómo están ellos, sin poder salir a disfrutar de la pelota en el parque y sin poder ir a la escuela a abrazar a los amigos porque los abrazos y los besos están también prohibidos.

Pienso en nuestros viejos. Desafortunadamente aquí en Canadá los que más están siendo azotados por esta nefasta pandemia: pienso en los de Colombia, esos que están resistiendo y los que están cayendo, porque entregan sus vidas en soledad, sin la compañía de los que aman, ya que en los centros asistenciales y en las casas de retiro donde habitan están restringidas todo tipo las visitas.

Sabemos que el personal de salud, médicos y enfermeras están librando una batalla estoica y hasta están dando sus vidas en esta desesperada lucha contra la muerte, como el médico santandereano Garrido Vecino, quien sucumbió en España, lejos de su tierra y de su gente.

Respirar, inhalar y exhalar, nunca tuvo tanto valor, pero de una u otra forma nos estamos asfixiando con esta realidad colectiva. Nos hablan de distanciamiento social, al menos dos metros entre cada ser humano. Hay que salir a comprar la comida, al menos ustedes allá, tienen ese sistema de domicilios, llaman por teléfono y los ingredientes del almuerzo les llegan a la puerta inmediatamente gracias a esos ángeles que están arriesgando hasta sus vidas para que nada les falte en sus mesas.

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Hasta el acceso a los elevadores está restringido. Una persona en cada viaje. Al principio eran tres, después, dos, ahora ya vamos en una persona. La prisa y el afán terminaron, y da lo mismo que sea lunes, martes, jueves, sábado o domingo, porque la vida se resume en una sola cosa; mirar al cielo y agradecer por el milagro de cada mañana al de amanecer vivos.

Aquí en Canadá lo estamos logrando y si al menos no tenemos la nefasta suerte de otros países, es porque estamos cumpliendo lo que el gobierno nos dice todos los días, que sigamos encerrados y que tengamos paciencia, que esta pesadilla mundial tiene que terminar y que volveremos a abrazarnos y a apreciar los días felices que vivíamos antes sin siquiera pensar que lo éramos de veras.

¡Por favor, no salgan de casa y resistan, solo así lo lograremos!

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