Qué tan preparada está COLOMBIA para escoger como presidente a una mujer, lesbiana e independiente?
CLAUDIA LÓPEZ, aunque no llegue a la Presidencia, será una protagonista de primer orden en la política de los próximos años.
El jueves pasado el Centro de Convenciones de Bogotá se vistió de esmeralda. Líderes cívicos, concejales, diputados y militantes de la Alianza Verde aclamaron a Claudia López como su candidata a la Presidencia en 2018. Tomaron la decisión, que la convierte en la segunda candidata partidista después de Jorge Robledo, del Polo Democrático, después de avalar una encuesta del Centro Nacional de Consultoría en la que López duplicó a Navarro, el otro precandidato de la Alianza.
El triunfo de Claudia era predecible. Si bien Navarro tiene altísimos niveles de favorabilidad y es reconocido como gobernante honesto y con capacidades gerenciales, la senadora ha desarrollado una estrategia política y mediática que le ha dado resultados. Desde que fue elegida en 2014 con 81.000 votos, ha enarbolado la bandera de la transparencia contra la corrupción, para lo cual ha encontrado un contexto clave. Según la última encuesta de Invamer-Gallup, el 89 por ciento de los colombianos creen que ese es el principal problema.
Aunque su tono vehemente y peleador le ha quitado puntos entre los políticos, le ha sumado simpatías en la opinión. Sobre todo desde el año pasado, cuando lanzó la iniciativa de recoger firmas para convocar una consulta contra la corrupción. En ese ejercicio le fue bien, pues en pocos meses recogió cuatro millones y medio de firmas. A eso se suman su presencia continua en programas de opinión y su fuerte activismo en las redes sociales. Su imagen positiva alcanza el 40 por ciento (contra un 20 por ciento negativa) y lo que ella dice muy pronto genera controversia o se vuelve tendencia entre los indignados.
Pero la elección de Claudia López tiene un significado que va más allá de su propia candidatura. Significa que se abrieron las puertas para conformar una gran coalición de centro que no solo defienda los acuerdos de paz de La Habana, sino que además incorpore esos temas. En esa coalición ha venido trabajando desde comienzos de este año cuando se juntó con Navarro, Sergio Fajardo y Jorge Enrique Robledo con el propósito de armar un proyecto común. “Nosotros nos aliamos para ganar la Presidencia, no simplemente para dejar constancia histórica. Queremos quitarles el poder al santismo, uribismo y vargasllerismo, queremos jubilarlos y devolverles el poder a las mayorías ciudadanas”, dijo Claudia en su discurso del jueves.
Las conversaciones para llegar a esa coalición no han sido fáciles. Estas suponen el encuentro de personas que además de ser candidatos encabezan sus propios partidos, Robledo en el Polo y Fajardo en Compromiso Ciudadano. Sin embargo, el trabajo de un equipo de compromisarios de cada una de las partes ya dio lugar a un acuerdo programático que anunciarán el próximo lunes. En un acto con presencia de los tres candidatos se confirmará esta alianza para 2018 y se anunciarán sus temas de campaña: la lucha contra la corrupción, la promoción de ciencia y tecnología, el énfasis presupuestal en la educación, el compromiso con el emprendimiento, el desarrollo de políticas de protección ambiental y una estrategia compartida para conducir las relaciones internacionales. En este último punto se coordinó una misma actitud frente a Venezuela, que enfatiza la necesidad de recuperar el funcionamiento democrático en ese país.
Uno de los puntos más álgidos de trabajo de los compromisarios fue la defensa de la propiedad privada y el libre mercado como fundamentos de la política económica. López y Fajardo insistieron en este aspecto para reivindicar que la que buscan, a pesar de la presencia de Jorge Enrique Robledo, no necesariamente es una coalición de izquierda. “Con Fajardo y Robledo tenemos claro que queremos construir una coalición más ciudadana que de partido, más centrada en equidad y derrota de la corrupción, más de centro que de izquierda. Tenemos una visión común de lo que queremos y no nos vamos a mover de ahí”, asegura Claudia.
Ahora el reto se encuentra en la mecánica para poner a andar esa visión común. Una vez elegido el candidato de los verdes, el trío de opinión debe buscar la manera de escoger un aspirante único. Tienen claro que deben hacerlo antes de la primera vuelta, para lo cual están discutiendo varias propuestas. La primera opción es repetir la fórmula de la encuesta. La segunda, buscar un grupo de expertos que los ayude a hacer el análisis político de cuál de los tres tiene más posibilidades y así escogerlo por consenso. La tercera, combinar una encuesta con una especie de convención conjunta. Y la cuarta, que está tomando cada vez más fuerza, hacer una consulta interpartidista en marzo.
Quienes defienden esta última idea insisten en que las consultas previas a las elecciones que han liderado los verdes han movilizado la opinión. Su argumento se basa en que la consulta convocada en 2010 entre Mockus, Fajardo y Peñalosa para elegir candidato de la ola verde tuvo casi 2 millones de votos. Y que, posteriormente, la hecha entre Enrique Peñalosa y los senadores Camilo Ospina y John Sudarsky, que definió al primero como candidato presidencial en 2014, movilizó 3.5 millones de votantes. “Hacer una consulta en marzo entre Fajardo, Claudia y Robledo podría generar un hecho político antes de la primera vuelta y, de paso, jalonaría las listas del Polo y de los verdes al Congreso”, asegura un senador de la Alianza.
Los tres candidatos tendrán que acordar otro tema mecánico: cómo organizar sus listas al Congreso. Frente a eso tendrán que esperar a que se resuelvan dos circunstancias. Primero, que el Consejo de Estado defienda la posibilidad de que los partidos minoritarios hagan listas de coalición para 2018. Si esto es posible, ellos se le medirían a hacer una lista conjunta. Segundo, que se apruebe la reforma política, pues si esta establece la obligatoriedad de las listas cerradas, incluso para coaliciones, armar una lista conjunta y a punta de bolígrafo será prácticamente imposible. Más aún si se considera que en los tres equipos ya hay pesos pesados para encabezar las listas a Senado y Cámara. Entre ellos Antonio Navarro y Antonio Sanguino, en el Verde, Iván Cepeda y Aurelio Suárez, en el Polo, e Iván Marulanda y Federico Restrepo, en Compromiso Ciudadano.
En todo caso, tendrán que anunciar las decisiones sobre la mecánica antes del 11 de diciembre, plazo en el cual se vence el periodo para inscribir listas parlamentarias. Seguramente para ese momento los tres miembros de esta alianza ya tendrán definido a quién más sumarán antes de primera vuelta. Hasta ahora han conversado con Humberto de la Calle, pero lo que pase con él dependerá de lo que decida la próxima semana el congreso liberal. Si este lo aclama, no sería imposible una alianza posterior con los independientes. Sin embargo, esta sería más fácil de concretarse si De la Calle no lleva en su candidatura el logo del partido.
También se ha dicho que Gustavo Petro podría terminar en la misma orilla. Sin embargo, el exalcalde de Bogotá no tiene buenas relaciones con Robledo; Claudia López ha sido crítica de su gestión y defensora del modelo de ciudad de Enrique Peñalosa; y Fajardo está convencido de que a su alianza no puede entrar nadie que sea visto como radical a pesar de que, en algunos temas, Robledo lo es. De alguna manera, si Petro se les suma, podría darle a la coalición independiente un tinte castrochavista, poco conveniente para derrotar a Germán Vargas y el uribismo.
Por último, hay quienes dicen que a la alianza de la que hace parte Claudia debería sumarse Clara López. Sin embargo, las malas relaciones de la exministra de Trabajo con Jorge Robledo, que determinaron su salida del Polo Democrático, hacen que esto sea poco probable.
Mientras se toman esas definiciones, Claudia López tendrá que dar la pelea interna por ser la candidata presidencial de su alianza. Su verdadero competidor en ella es Sergio Fajardo, con quien protagonizará un mano a mano de los más interesantes de este proceso electoral. El exalcalde de Medellín también fue de los verdes y comparte su bandera anticorrupción, pero es más reposado. Y es que Claudia así como gusta, asusta. Sobre todo entre algunos empresarios que comparten su mensaje contra la corrupción, pero ven en ella un populismo antiestablecimiento que a veces los pone a dudar.
Más del 40 por ciento de los encuestados en la consulta interna de los verdes dijo que no votaría ni por ella ni por Fajardo, lo cual quiere decir que casi medio país aún tiene sintonía con propuestas políticas tradicionales.
Y ella lo sabe.
Ella apuesta por seguir convenciendo a Colombia de las ventajas del voto libre sobre el voto amarrado.
Qué tan preparado está el país para escoger una presidenta mujer, gay e independiente, solo se sabrá en los próximos meses. Pero sí se puede anticipar desde ahora que, aunque no llegue a la Presidencia, será una protagonista de primer orden en la política de los próximos años.