‘SERPA un liberal de racamandaca y un hombre jugado por la paz’: J.M. SANTOS
El expresidente Juan Manuel Santos preparó un discurso en honor a Horacio Serpa Uribe en agosto del año pasado, a propósito de un homenaje de la gobernación de Santander al líder político. Finalmente el texto no fue leído porque el evento se suspendió debido a la situación de salud del exministro.
Dicen que la política es dinámica y que está llena de paradojas. Pero yo iría aún más allá. Es la vida –la compleja y maravillosa vida humana– la que es dinámica y está llena de paradojas.
Felizmente es así.
Felizmente, los seres humanos tenemos la capacidad de cambiar, de evolucionar, de aprender, y también de desaprender –¡qué importante es desaprender!– prejuicios, posiciones dogmáticas, rencillas personales, percepciones erradas.
Para la muestra un botón…
¡Quién hubiera pensado en octubre de 1997, cuando el entonces ministro del Interior Horacio Serpa denunció mis acercamientos con diversos actores del conflicto como una conspiración contra el gobierno que él representaba, que veintidós años después yo estaría aquí, en su ciudad natal, uniéndome a este merecido homenaje que se le hace!
El doctor Serpa obró con justa indignación, así como yo hice lo que hice convencido de que eran pasos hacia la añorada paz de Colombia.
Tal como lo reconozco en mi reciente libro La batalla por la paz –que acabo de presentar en la Feria del Libro de esta Ciudad Bonita–, hoy entiendo, bajo el prisma de la historia y de mi propia experiencia, que el presidente Samper y el ministro Serpa tuvieron toda la razón en molestarse por mis gestiones, que debí haber comunicado con antelación al primer mandatario.
Esto, como anécdota. Porque hoy sabemos que es mucho más lo que nos une al doctor Serpa y a mí que lo que nos separaba: nos une un arraigado talante liberal y una convicción profunda de la necesidad de la paz.
Porque si algo es Horacio Serpa Uribe –y por eso merece nuestra admiración y aplauso–, es un liberal ‘de racamandaca’ y un hombre absolutamente jugado por la paz y la convivencia.
Más allá de las filiaciones a partidos políticos, siempre me he reconocido como de pensamiento liberal, y en eso coincidimos plenamente.
Nos queda debiendo la historia saber cómo hubiera transcurrido el devenir de nuestro país si usted hubiera llegado –como bien lo merecía– a la primera magistratura de la nación
¿Y qué es ser liberal, como talante… como pensamiento?
Ser liberal es privilegiar la defensa de las víctimas sobre la justificación del victimario.
Es trabajar para cerrar las brechas sociales y de oportunidades, en lugar de dejar todo al arbitrio del mercado.
Es abogar por la libertad de expresión, por la libertad de opinión, por la libertad de cultos y el libre desarrollo de la personalidad.
Es preferir la tolerancia a la exclusión, la diversidad a la uniformidad, y defender –en la tónica de Voltaire– el derecho de los demás a pensar diferente.
Difícil encontrar a una persona que congregue mejor estos valores liberales –en su ser y en su trayectoria de servicio público– que Horacio Serpa.
¡Cuántas veces como congresista de la República, como procurador, como ministro de Estado, como candidato a la presidencia, como embajador, como gobernador de su departamento y como director de su partido, el doctor Serpa se la ha jugado por la justicia social y las libertades!
Pero no solo eso. Este santandereano ejemplar ha apostado con entusiasmo y sentido de futuro por la paz y la reconciliación.
Así nos consta a todos sus compatriotas. Y me consta especialmente a mí, que recibí su apoyo incondicional en los tiempos difíciles –y tan llenos de críticas y de mentiras– en que negociamos el acuerdo con las Farc.
Para Horacio Serpa, la paz no es un concepto abstracto sino una necesidad absoluta para tener una patria justa y posible.
Su compromiso lo llevó a ser negociador de paz en los diálogos con la guerrilla en Tlaxcala, en 1992, y a ser –más de dos décadas después– presidente de la Comisión de Paz del Senado, en su último periodo en esta corporación, que coincidió con la firma del acuerdo de fin del conflicto y el comienzo de su implementación.
Y hay algo que debemos recordar especialmente: su destacada participación –junto con Álvaro Gómez y Antonio Navarro– como presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, que produjo nuestra actual carta política: una Constitución garantista como pocas, libertaria y democrática, que ha sido calificada también como un pacto de paz.
¡Cuánta vida y cuántos logros, querido doctor Serpa!
Nos queda debiendo la historia saber cómo hubiera transcurrido el devenir de nuestro país si usted hubiera llegado –como bien lo merecía– a la primera magistratura de la nación.
Eso queda en el terreno de las hipótesis –donde habitan también los gobiernos posibles de Jorge Eliécer Gaitán, del mismo Álvaro Gómez o de Luis Carlos Galán–, pero no me cabe duda de que su aporte nos hubiera conducido a una Colombia más solidaria, más equitativa, más libre y en paz.
No puedo terminar estas palabras sin hacer un reconocimiento a la mejor de las elecciones de su vida: doña Rosita Moncada de Serpa, una señora a carta cabal, que ha sido su compañera y apoyo en su destacado trayecto vital.
No tengo duda de que Rosita –junto con sus hijos Sandra, Rosita y Horacio José, y sus nietos– son hoy la mejor recompensa para una existencia dedicada al trabajo por Colombia, por Santander, pero sobre todo por la libertad y por la paz.
Desde el fondo del corazón, querido Horacio, agradezco que las paradojas del destino me hayan traído a este homenaje para expresar lo que pienso y lo que siento de un buen amigo y un colombiano excepcional.
JUAN MANUEL SANTOS