Venezuela. El intelectual y militante revolucionario que inspiró ” la soberanía petrolera “.
Sus ideas sobre el control nacional del petróleo, apenas consiguieron ser puestas en práctica en el siglo XXI.
Moscú, noviembre de 1927. El periodista panameño Salustiano Salustianovich Paredes, al menos eso dice su pasaporte, aterriza en la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) para cubrir los actos por el décimo aniversario de la revolución.
Pero el periodista no es tal, se trata del venezolano Salvador De la Plaza, que ha llegado a la URSS invitado por el Partido Comunista, ya que es considerado un importante intelectual y militante revolucionario. Viaja de clandestino, porque a lo largo de su vida será expulsado de su país natal por dictadores y presidentes electos. ¿La razón? Denunciar cómo las empresas estadounidenses se apoderaban del crudo venezolano y a aquellos que lo permitían.
De la Plaza viaja con el alias de Salustiano. Un nombre de origen latino que significa “aquel con una vida saludable”. Según un sitio dedicado a explicar el origen de los nombres, quien lo porta, “tiene los nervios a flor de piel” y “tan rápida es su sensibilidad” como “rápida su capacidad de reacción”. Esas cualidades, habrán de servirle al venezolano durante sus años de clandestinidad y el largo exilio que le será impuesto.
Salvador de la Plaza López nació en Caracas, el 1 de enero de 1896-, muere en la capital venezolana el 29 de junio de 1970
Sindicalista, abogado, político, profesor universitario uno de los mayores representantes del pensamiento político y social del siglo XX en América Latina.
Se graduó de abogado en la Universidad de París en 1924.
De vuelta a su país después de la muerte de Gómez, formó parte de la oposición al presidente Eleazar López Contreras representante del posgomecismo. Fue expulsado nuevamente del país por decreto presidencial (estaba legalizado el destierro a pesar del supuesto carácter democrático de la constitución contrerista).
Regresó a su patria en el gobierno de Isaías Medina Angarita fungiendo nuevamente como opositor político militante del PCV. Una vez más fue expulsado de Venezuela esta vez bajo la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, exiliándose otra vez en Francia. Regresó a Venezuela en 1958 tras el derrocamiento de Pérez Jiménez.
Fue corredactor de la Ley de Reforma Agraria durante el gobierno de Rómulo Betancourt. Posteriormente ejerció como profesor de Historia en la Universidad Central de Venezuela.
Murió en Caracas el 29 de junio de 1970.
Bautizo de fuego
Con apenas 23 años, en 1919, Salvador De la Plaza se une a la conspiración cívico-militar, dirigida por el Capitán Luis Rafael Pimentel, para derrocar al dictador Juan Vicente Gómez que, en ese momento, lleva 11 años gobernando Venezuela con mano de hierro.
La rebelión de corte nacionalista fracasa. Salvador, quien apenas cursaba el primer año de la carrera de abogado, es encarcelado junto con un numeroso grupo de estudiantes en una prisión conocida como ‘La Rotunda’, en Caracas. Sobrevive a las torturas, pero le tocará ver la muerte de los militares que lideraron aquella insurrección.
Dos años más tarde y gracias a las gestiones del Senador Aquiles Iturbe (integrante de la conspiración), se le conmuta la prisión por el exilio y De la Plaza es obligado a partir a Francia. En ese país europeo, no solo terminará su carrera de abogado en la Universidad de París, sino que se hará marxista.
Lo mismo que otros luchadores de este lado del mundo, una vez recibido de abogado, el venezolano procura regresar a Suramérica para continuar su campaña contra la dictadura.
Para 1926 es un refugiado político en México.
En 1926 junto a Humberto Tejera y los hermanos Eduardo y Gustavo Machado fundó en México el Partido Revolucionario Venezolano (PRV), precursor del Partido Comunista de Venezuela (PCV). y asume la tarea de dirigir la Revista Libertad, órgano de difusión del partido. Luego conocerá al muralista Diego Rivera, y este lo enrola en la Liga Antiimperialista de las Américas, para editar el periódico El Libertador.
En abril de ese año, Salvador De La Plaza publica su primer artículo de abierta orientación antiimperialista, titulado ‘El pacto de Gómez con Wall Street’.
De allí en adelante, dedicará toda su producción intelectual a combatir el desconocimiento de los venezolanos sobre el negocio petrolero y a denunciar a los gobernantes que permitían la extracción de esa riqueza mineral.
De la Plaza López fue de los primeros pensadores que aplicó categorías marxistas a la historia de Venezuela. Articuló además sus reflexiones hacia una transformación política y defendió la soberanía y la construcción de un proyecto conducente a formas de organización fundadas en la igualdad, la libertad, la solidaridad, y la integración latinoamericana, como fórmula liberadora de la dependencia, el estancamiento económico y las limitaciones políticas, sociales, y culturales que caracterizan secularmente al país. El artículo destaca las concepciones basadas en el materialismo histórico que legó este intelectual orgánico, hoy renovadas bajo el proceso revolucionario bolivariano en Venezuela.
Regreso a casa
Luego de la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, en 1935, De la Plaza regresa a Venezuela ya como un convencido militante de izquierda y un aliado de la clase obrera y campesina. Reaparece públicamente en 1936 como uno de los líderes organizadores de la más importante huelga petrolera del país, que paralizó esa industria en procura de reivindicaciones laborales.
Eleazar López Contreras, presidente de la Venezuela posterior a Gómez, decide pactar con los huelguistas tras 47 días de paralización de actividades. Decreta el aumento de un bolívar al salario de los obreros y también les concede hielo para enfriar el agua potable.
Pero ese no será el principal éxito de la huelga petrolera, sino que ahí se sentaron las bases para la aparición en el escenario nacional de un poderoso movimiento de la clase obrera.
Al mismo tiempo, Salvador De la Plaza participa en la creación de las ligas campesinas y los primeros sindicatos venezolanos. El costo de su militancia es predecible.
De nuevo al exilio
Regresa a México cuando el Gobierno venezolano decide encarcelar a los líderes de la huelga petrolera, pero dos años más tarde, con el General Isaías Medina Angarita como presidente, retorna a Caracas y colabora en la redacción de la Ley de Reforma Agraria, que él ya había visto en el México de Lázaro Cárdenas.
Medina Angarita será derrocado por el dictador Marcos Pérez Jiménez el 18 de octubre de 1945, y Salvador partirá al exilio por tercera vez en su vida. Tendrá que esperar hasta el año 1958, cuando un movimiento cívico-militar comandado por el Partido Comunista de Venezuela acabe con el régimen de Pérez Jiménez.
A su tercer regreso, De La Plaza ya es un reputado intelectual marxista y “se convertirá en uno de los iniciadores de la interpretación materialista de la historia de Venezuela, y en consecuencia, en agudo crítico del paradigma positivista de la explicación de la realidad que predominó en el país durante la primera mitad del Siglo XX”, escribió el investigador René Arias Riera.
Por su parte, Mailer Mattié, economista y escritora venezolana, señala en un artículo que Salvador de la Plaza fue pionero en alertar “sobre el surgimiento de otras formas no menos peligrosas de sumisión de la sociedad a la opresión petrolera”, y además consideró “imprescindible” que el Estado venezolano “asumiera las riendas de la industria del petróleo como un reclamo de soberanía”, pero que no viviría, sin embargo, para ver el proceso de nacionalización petrolera de 1976.
Soberanía petrolera
Cuando el comandante Hugo Chávez, al frente de la Revolución Bolivariana, llega al poder en 1999, han pasado poco más de 20 años del fallecimiento de Salvador De La Plaza. Sin embargo, su producción intelectual alrededor del tema petrolero encuentra tierra fértil en la dirigencia política de la izquierda que gobierna Venezuela.
“Nuestra lucha no es hoy contra Gómez, es contra los imperialistas que lo apoyan, es contra los aliados futuros del imperialismo“, escribió De la Plaza en aquel primer artículo de 1926 que recoge el libro ‘Historia y retos del petróleo en Venezuela’. Esta frase uniría a través del tiempo a De la Plaza con las luchas emprendidas por el chavismo.
En las páginas iniciales de ese libro, el entonces ministro de petróleo, Rafael Ramírez, apuntó que el pensamiento revolucionario petrolero de De la Plaza “constituye una de las fuentes teóricas de la política de Plena Soberanía Petrolera, encabezada por el Comandante Hugo Chávez”.
El golpe petrolero
Luego de diseñar esa política, Chávez promulgó una nueva Ley de Hidrocarburos que, por un lado, posicionó a Venezuela como administradora autónoma de sus recursos y por el otro, desencadenó el Golpe de Estado de abril de 2002, como una lucha de poderes por el control de la estatal Pdvsa.
Una vez conjurado el golpe de Estado y con el control de la empresa petrolera en sus manos, Chávez reveló en 2005 que existían “empresas petroleras que no pagan impuestos y que desde ahora en adelante tendrán que pagarlos o marcharse“.
Calificó la relación con las petroleras estadounidenses como “complacientes” y precisó que los contratos no las obligaba “a casi nada” a cambio del petróleo venezolano.
Ese tipo de relación, ya había sido calificada por De la Plaza –en toda su obra–, como entreguista. Ya en 1965 advertía que las transnacionales petroleras solo desean “extraer lo más rápidamente posible el petróleo de nuestro subsuelo, porque su interés estriba en obtener enormes beneficios y recuperar en el menor tiempo sus inversiones, las que por cierto, ya han recuperado varias veces con la anuencia cómplice de los gobiernos, sin importándole tres pitos el provenir de nuestro país”.
Ante esa situación, Salvador De la Plaza recomendaba a los diferentes gobiernos que vio en la historia del país, abocarse “a la reconquista del derecho de Venezuela a tomar todas aquellas medidas que mejor convengan a la construcción de su economía independiente“.
Hasta el último día
Salvador De La Plaza empuñó su pluma y su palabra a favor de la plena soberanía de Venezuela sobre el petróleo y lo hizo hasta el último aliento de su vida.
En 1970 tenía 74 años, nunca más había tenido la necesidad de ser Salustiano, ni cualquier otro clandestino. Fue el 29 de junio cuando un infarto fulminante lo emboscó estando en su oficina como profesor de la Universidad Central de Venezuela. Estaba trabajando.