Cuando casi todo es mentira: Luis Gonzalo Segura
España es un país condenado a la mentira, maldito a repetir permanentemente los mismos embustes y penado a construir nuevas falacias que sostengan la maldición. Es más, la execración llega a tal extremo que somos capaces de redundar dobleces que, más a menos, habíamos acordado que lo eran y presentarlas con un nuevo revestimiento de veracidad –por si cuela–. No cabe duda que se trata de un diabólico laberinto del que probablemente jamás podamos salir, quizá por ello estupefacta todavía más el aquelarre organizado en lo referente a las ‘fake news’, los robots y el adoctrinamiento.
Si durante años me he preguntado cómo se pudo construir el mito de Juan Carlos I, ese monarca salvador de la democracia y cercano a la ciudadanía hasta el extremo de ser apodado ‘El Campechano’, ha sido con motivo del quincuagésimo cumpleaños de Felipe VI cuando se ha revelado la respuesta por sí misma: un disciplinado, implacable y abrumador ejército de periodistas e intelectuales se encarga diariamente de ello.
Como si todo se tratase de repetir miles de veces la mentira para que ésta se convierta en verdad, en los últimos días hemos sido bombardeados con multitud de publicaciones, vídeos o tertulias que se afanan en construir un relato tan imaginario como trapacero de nuestros monarcas, emérito e hijo, los acontecimientos recientes y la historia. Es como si ese ejército hubiera recibido la orden de atacar y comenzara inexorable e implacable su avance y conquista de toda aquella mente lo suficientemente influenciable como para sucumbir a su temible paso de la oca periodístico. Baste dos ejemplos para ellos: Javier Redondo en El Mundo con ‘Un Rey para su tiempo: el Monarca que detuvo el golpe del 1 de Octubre’ y Juan Francisco Fuentes, según él mismo catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid, que publicó en El País una opinión titulada ‘Una monarquía meritocrática’.
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Ambas publicaciones contienen elementos comunes que convienen discutir. En primer lugar, las dos zarpan de un puerto ilusorio, inexistente en la cartografía de la realidad: Juan Carlos I salvó la democracia el 23-F [de 1981]. No es que lo diga yo, es que los estudiosos más condescendientes han calificado la actuación de Juan Carlos I aquel día como antidemocrático e irresponsable y los más osados le han tildado directamente como golpista. Más allá de este estruendoso episodio de nuestra historia reciente, lo cierto es que si el rey emérito no está en una prisión y/o no ha pasado gran parte de su vida en ella se debe a la inviolabilidad jurídica de la que goza (solo su golpismo en los meses anteriores al 23-F ya daba para unas decenas de años de condena). A poco que se analice la hemeroteca comprobaremos que muchos de los casos más escandalosos de corrupción [en sentido amplio] en nuestro país han terminado en denuncias hacia su persona: Gürtel, Panamá o GAL.
En segundo lugar, se destaca el papel fundamental de Felipe VI durante ‘el golpe perpetrado en octubre por los catalanes’. Sin entrar a discutir la existencia o no de un golpe o su brazo ejecutor, lo cual excede con mucho este párrafo, lo cierto es que la alocución regia no detuvo absolutamente nada. Sus palabras fueron decididamente contraproducentes, innecesarias, incendiarias, desafortunadas e inocuas. Si tuvo alguna utilidad fue la de asentarse en la Meseta a costa de azotar a los enemigos exteriores. Un clásico, ya saben.
Pero, claro, que tan solo unos meses después de aquello y cuando el problema todavía sigue enquistado se publicite que el rey salvó España en 2017 como Juan Carlos salvó la democracia en 1981 es tan fatuo como surrealista. Lo cual, dicho por otra parte, no deja de tener su lógica, pues es la insensatez la fábrica en la que se construyen las fábulas.
En tercer lugar, todo lo referente a la meritocracia y la monarquía estandarizada a niveles democráticos no se puede encontrar más alejado de la realidad. Una monarquía que bebiera de una democracia o que estuviera absolutamente impregnada de los valores democráticos habría terminado con la inviolabilidad jurídica o el mando de las Fuerzas Armadas y habría implementado los diferentes referéndums que legitimaran su propia existencia, sus decisiones, su papel y su continuidad. Metamorfosis que ni tan siquiera se adivina a día de hoy.
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Por el contrario, se intenta, forzadamente, argumentar que nuestra monarquía es meritocrática en base a la abdicación de un rey después de cometer innumerables delitos, desfachateces y obscenidades, lo cual como argumento resulta bastante endeble y oportunista, especialmente si se lee en un medio de comunicación que se pretende serio y en un ponente que se presenta como catedrático. Máxime cuando en esos momentos se acababa de entregar el Toisón de Oro a una niña de la que desconozco los méritos que le han llevado a ser la heredera al trono o a cobrar mensualmente varios miles de euros, al menos más allá de lo genético.
No solo eso, sino que la mayoría, entiendo que ensimismados por el brillo de la corona real, han pasado por alto un detalle de trascendental importancia, aunque pudiera no parecerlo. “Guíate por la Constitución”, le aseveró un rey a una princesa que ni tan siquiera ha padecido el acné. Esta aseveración es de una gravedad extrema, pues no deja de ser una obviedad que una Constitución puede o no ser democrática, por lo que el mensaje final es el que todo Borbón transmite de generación en generación: ‘Haz lo que sea necesario para continuar en el trono’. De ser al contrario, el mensaje de Felipe VI habría sido: “Guíate por la Democracia”. Pero para eso hay que ser demócrata convencido y no pancista de nuestro tiempo, para eso habría que haber tenido a un demócrata como maestro y no a Franco o a Juan Carlos I.
Por último, el pretender ensalzar a la monarquía por ser la de todos los españoles solo puede calificarse como estremecedor. Lo es para muchos de nosotros, desde los denunciantes de corrupción a los desfavorecidos, los migrantes, las víctimas, los desempleados, los damnificados por el franquismo o los independentistas. Felipe VI ignoró aquella España que no es de su agradopara rodearse de aquellos en los que se siente en familia: empresarios, comerciantes de armas, deportistas, bancos, sátrapas, criminales, delincuentes, promotores de terrorismo, hidroeléctricas, IBEX 35, Davos o Bilderberg.
A estas alturas muchos ya sabemos que casi todo es mentira. Como decía Letizia a su ‘compi-yogui’ procesado por diferentes escándalos: ‘merde’.
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan, necesariamente, el punto de vista de TELESANTANDER INTERNACIONAL.
Luis Gonzalo Segura
Ex teniente del Ejército de Tierra de España, expulsado por denunciar corrupción, abusos y privilegios anacrónicos. Autor del ensayo El libro negro del Ejército español (octubre de 2017) y las novelas Un paso al frente (2014) y Código rojo (2015) @luisgonzaloseg