“Bogotá y Cartagena muestran tan solo un poco de lo que esta joya de país, salvajemente biodiverso, tiene para ofrecer”: National Post
Colombia sube su coeficiente ‘cool’ como uno de los destinos obligados en Suramérica, destaca la prestigiosa publicación. |
Colombia se está sacudiendo de su pasado con dificultades y está emergiendo rápidamente como destino obligado en América del Sur gracias a una mayor seguridad, el atractivo de explorar lugares nuevos, y el coeficiente de “cheveridad” al alza del país. Ya ha pasado más de un año desde que el presidente Juan Manuel Santos ganó el premio Nobel por el acuerdo de paz, que busca ponerle fin a la guerra civil de medio siglo en Colombia. Desde que aceptó el premio en diciembre de 2016, se inició una desbandada de más vuelos y más gente visitando el país.
Hay tanto que hacer y ver, por lo que es difícil abarcarlo todo, de manera que empecé con dos de las principales ciudades del país, – Cartagena, el hermoso puerto fortificado fundado en la costa del Caribe en 1535, que ahora es patrimonio mundial de la humanidad de la UNESCO, y Bogotá, en Los Andes, que también son el hogar de la vistosa zona cafetera de Juan Valdez. Bogotá, enclavada a 2.590 metros sobre el nivel del mar en una de las cadenas montañosas más largas del mundo, es la cuarta capital más alta Para ver los tesoros que ofrecen sus fértiles tierras y entender la increíble gastronomía del país, fui a la plaza de mercado más grande de Bogotá, Paloquemao. En las afueras me recibió una hilera aparentemente interminable de puestos de flores – orquídeas (la flor nacional), rosas y aves del paraíso, para nombrar tan solo unas pocas. Las flores cortadas, increíblemente económicas aquí, están entre los primeros 10 productos de exportación del país.
También se pueden conseguir pollos vivos (los sacrifican de inmediato para llevarlos), carnes, especias y productos horneados en este animado laberinto de comidas. Sería fácil perderse aquí, pero nunca se moriría de hambre. Mientras que Bogotá, con una población de alrededor de ocho millones de habitantes, es una ciudad inmensa, definitivamente hay algunas zonas que pueden conocerse caminando. Un lugar que no se puede pasar por alto es la Plaza de Bolívar, nombrada en honor de Simón Bolívar, el líder nacido en Venezuela que fue presidente de la Gran Colombia desde 1819 hasta 1830 y ayudó a fundar a Colombia, Venezuela, Bolivia, Perú, Ecuador y Panamá como países independientes de la corona española a comienzos del siglo XIX. PLAZA DE BOLÍVAR
Caminé despreocupadamente para empaparme con la atmósfera de las edificaciones coloniales y dar un vistazo a las montañas de fondo. En esas montañas se aloja la pintoresca zona cafetera, que me espera para explorarla en otro viaje. Por suerte, el Museo del Oro queda cerca, y es una de las más importantes colecciones de su tipo en todo el mundo, me dice Rosa Inés Rojas, mi guía de La fascinante colección del museo, que tiene más de 50.000 piezas de artefactos de oro, cerámicas y textiles de las culturas precolombinas, está muy bien exhibida y ofrece datos informativos en inglés y en español. Es un gran lugar para aprender sobre el patrimonio indígena del país (se estima que actualmente existen 86 tribus) y ver unas piezas notables. Hay incluso una réplica en oro de la balsa de El Dorado que se decía usaba el rey muisca en la laguna de Guatavita, donde supuestamente arrojaba oro y esmeraldas al agua. Además, hay una muy buena instalación de la leyenda, que me dio la oportunidad de imaginarme cómo habría sido estar allí. La oferta cultural no escasea en la ciudad, y otro lugar clave es el Museo Botero, fundado por Fernando Botero, uno de los artistas más famosos del país. Pero la creatividad de Colombia no se limita a museos y galerías. Bogotá, y Cartagena, viven actualmente una época de apogeo culinario, lo que le da aún más puntos al país en la escala del coeficiente de “cheveridad”. La combinación de ingredientes frescos, creatividad y sofisticación está explotando en el escenario gastronómico, y yo tuve la fortuna de saborear verdaderas delicias todos los días.
El chef de Basilic, Nelson Granados, quien por cierto es un gran fanático de la plaza de mercado de Paloquemao, cultiva hierbas como albahaca, orégano y yerbabuena, frutas como tomates, maracuyá y brevas, junto con verduras y hasta café en su jardín secreto en el Victoria Regia. Y él dice que la geografía del país se presta para ofrecer una enorme variedad de productos agrícolas frescos, tanto en el interior como en las costas Pacífica y Caribe, durante todo el año. FAVORITOS DE LOS COMENSALES En efecto, en Cartagena tampoco escasean fantásticos chefs, lo que enriquece aún más el boyante escenario culinario, solo que aquí tienen el beneficio adicional de los pescados y mariscos frescos. Carmen, Mistura y el Fuerte San Sebastián del Pastelillo son tan solo algunos de los restaurantes que le dejarán saboreando cada bocado. Cartagena es cálida, pausada y encantadora, especialmente en la ciudad amurallada, llena de coloridas edificaciones tapizadas de buganvillas y una vibra chévere. La ciudad portuaria fue fundada en 1535 y fortificada para proteger el oro, las esmeraldas y los tesoros fruto de los saqueos, que luego eran embarcados hacia Cuba o Puerto Rico antes de ser llevados a España. La mayor parte de los casi cuatro kilómetros de murallas que rodean la ciudad vieja siguen en pie, al igual que los fuertes.
También es maravilloso ver a Cartagena desde el mar. Tomé un paseo de 30 minutos en bote desde la bahía hasta la isla de Tierra Bomba, una pequeña isla, y me dirigí a la Blue Apple Beach House, que tiene un gran restaurante para compartir platos (piensen en paella de mariscos, carpacho de lubina, y mejillones con queso azul). Además, tiene una piscina rodeada de asoleadoras, un DJ, y una playa privada. Me fui a la playa con unos amigos, y la tuvimos casi solo para nuestro pequeño grupo. El agua estaba tibia, hermosa y tranquila, la mezcla perfecta para que yo intentara hacer surf de remo, mientras algunos de los demás navegaban en kayak y chapoteaban en el mar Caribe. Es increíblemente fácil olvidar que muy cerca de allí está la ciudad de casi un millón de habitantes … Pero la ciudad vieja de Cartagena nunca parece demasiado grande. Las calles empedradas están llenas de pequeñas tiendas, se oye el ruido de cascos de los carruajes tirados por caballos, y hay El barrio Getsemaní, justo al lado de la vieja ciudad amurallada, es una gran zona para recorrer a pie. Allí se encuentran coloridos murales, pequeños restaurantes de moda como el recién inaugurado Arrabal, y el antiguo y fiel Café Havana, conocido por su música salsa en vivo. De regreso en el centro histórico, avistando el mar Caribe, hay un impresionante inmueble restaurado, donde se han alojado famosos del calibre del rey Felipe VI de España, Mick Jagger y Bill Gates. El Sofitel Legend Santa Clara fue construido originalmente como un convento de clausura para las clarisas descalzas en 1621. Las viejas murallas aún rodean la edificación, de tradicional estilo colonial español.
Comí una cena estelar, con servicio francés el Restaurante 1621 de Oudin 1621, que ganó el premio World Luxury Restaurant Awards en 2016 y 2017. Y luego, como si eso no fuera suficiente, disfruté de un fabuloso conjunto de salsa en el Bar Coro del hotel. Al igual que con el resto del Santa Clara, aquí hay varias historias. El Bar Coro solía ser el coro de la capilla y también tiene una vieja cripta. Cuando fue excavada en 1949, el reportero local Gabriel García Márquez cubrió el evento. La leyenda dice que cuando él veía cómo sacaban restos del lugar, vio un largo mechón de pelo rojo, que años después inspiró al primer ganador de un premio Nobel del país a escribir la novela Del amor y otros demonios. “No dejes que me olvide de ti” invitación de García Márquez. Y, en efecto, cuando mi viaje está por terminar, prometo no olvidar a Colombia y volver un día para poder conocerla aún más. |