Burdeos, Francia. Retrospectiva de la santanderana Beatriz González en el Museo de Arte Contemporáneo
La exhibición estará abierta hasta el 25 de febrero en el marco del Año Colombia-Francia 2017, y reúne la primera gran retrospectiva de esta artista colombiana en Europa, que incluye pinturas, dibujos, grabados, esculturas e instalaciones.
El Museo de Arte Contemporáneo de Burdeos (Francia) abrió la muestra ‘Beatriz González, Retrospectiva 1965–2017’, una exposición que reúne 130 obras de la pintora colombiana.
La exhibición estará abierta hasta el 25 de febrero en el marco del Año Colombia-Francia 2017, y reúne la primera gran retrospectiva de esta artista colombiana en Europa, que incluye pinturas, dibujos, grabados, esculturas e instalaciones.
“Creo que la exposición es muy importante, porque en este sitio se ven las cosas como no se han visto nunca y hay reunidas una cantidad de obras que no habían salido a la luz. De manera que todo el conjunto dentro de esta bodega inmensa que parece una capilla, se luce por todos lados y se comprende mucho mi obra”, expresó Beatriz González.
La Directora del Museo de Arte Contemporáneo de Burdeos y curadora de la exhibición, María Inés Rodríguez, expresó que “para el Capc, Museo de Arte Contemporáneo de Burdeos, es un honor enorme poder tener esta primera gran retrospectiva de Beatriz González en nuestra ciudad. Es una de las artistas más importantes que tiene Colombia y una de las más influyentes a nivel latinoamericano e internacional”.
“Esta exposición la estamos coproduciendo con dos socios el Museo de Arte Reina Sofía de Madrid y el KW Institute for Contemporary Art de Berlín. Estamos muy orgullosos de poder haber desarrollado durante dos años este trabajo de investigación y poder inaugurar esta retrospectiva que comienza en 1965 y tiene obras hasta el 2017”, señaló.
Gracias al Año Colombia-Francia 2017, las artes visuales nacionales realizan un circuito sin precedentes en el país galo. Durante la Temporada de Colombia en Francia y con una programación de 50 exposiciones, el público francés y los visitantes de este país tienen la oportunidad de descubrir las diversas dimensiones de la escena artística nacional, desde los lenguajes establecidos hasta los más experimentales.
Beatriz González Aranda
Pintora, historiadora y crítica de arte santandereana (Bucaramanga, 1938). Beatriz González Aranda estudió Bellas Artes con Juan Antonio Roda en la Universidad de los Andes e hizo un curso de grabado en la Academia Van Beeldende Kunsten de Rotterdam. Como historiadora ha publicado: Ramón Torres Méndez, entre lo pintoresco y la picaresca (1985), Roberto Páramo, pintor de la sabana (1986), José Gabriel Tatis, un pintor comprometido (1987), Fídolo Alfonso González Camargo (1987) y “Las artes plásticas en el siglo XIX”, en la Gran Enciclopedia de Colombia (1993). Beatriz González tiene una amplia producción que se remonta a los primeros años sesenta.
En 1964 se presentó por primera vez en Bogotá con una exposición sobre La encajera del pintor holandés del siglo XVII Jan Vermeer. Inspirada en este cuadro, Beatriz González realizó una serie de variaciones de indiscutible buen gusto. Su obra se caracterizó por los colores vivos y planos y las composiciones armónicas. Posteriormente vinieron, en 1965, las variaciones sobre La niña-montaje, en las que reafirmó su refinamiento cromático. Este mismo año realizó las dos versiones de Los suicidas del Sisga (segundo premio especial en Pintura del XVII Salón de Artistas Nacionales, 1965), trabajadas a partir de una fotografía de prensa, con las que se inicia su obra más característica, siempre relacionada con el país y lo colombiano y plenamente consciente de que sólo desde lo provinciano se puede alcanzar lo universal: Yo creo que el arte es universal y que eso de la pintura colombiana son tonterías.
Creo que lo que más daño le ha hecho al arte colombiano fue tratar de ser colombianista. Uno debe tratar de ser universal, lo demás viene por añadidura. A Los suicidas del Sisga [ver tomo 6, p. 131] siguieron, según inventario de Marta Traba, los próceres de la historia extensa de Colombia, los retratos de familias “decentes” que se publicaban en los periódicos, los episodios de las páginas sociales y la crónica roja, las escenas ingenuas pintadas en los buses, las estampas populares y los cromos de venta en el pasaje Rivas y en la populosa carrera décima de Bogotá, recorrida por el servicio doméstico atraído a la capital. En toda su obra, Beatriz González alude no sólo a una manera de ser, a una idiosincrasia peculiar, sino también al gusto de la gente, que la artista trata como socióloga, aunque sin dejar de incluir una dosis de ironía: Mi pintura no es la búsqueda de un fin por intermedio de temas irónicos, sino una pintura con temperatura.
No hago objetos cursis con la misma especie de morbosidad que mueve a ciertas personas a coleccionar objetos del llamado mal gusto. No creo que la sociedad en que trabajo sea cursi sino desmedida, en todas las proporciones y sentidos […]. A mí lo que me interesa es el gusto. Me interesa el porqué una persona coloca estas cosas y no otras en su casa. Si hubiera sino una artista conceptual, desde el 70 habría puesto una tarjeta diciendo: vayan y vean la casa de zutano. Y otra: vayan y vean la casa de fulano. Pero como soy una artista a la antigua, necesito pintar y pinto. Yo me pregunto porqué diablos me llamó la atención la foto de los suicidas en el periódico.
Fue el gris de la cara, igual a unos trabajos que estaba realizando, o fue la cosa popular de dos personas que entran en un pacto suicida y que unen sus manos para una foto que envían a sus familiares? Pero no, porque el tema lo leí después. Era la foto, el sombrero que él llevaba, en fin […] En mí hay una predisposición a mirar el gusto de la gente. Paralelamente a estas obras realizadas a partir de fotografías de prensa y cromos populares, Beatriz González ha trabajado numerosas versiones de obras de grandes maestros. Desde La encajera de Vermeer hasta el Guernica de Pablo Picasso, titulado Mural para fábrica socialista, la artista ha hecho variaciones de Leonardo da Vinci, Rafael, Sandro Botticelli, Jean-AugustDominique Ingres, Jean-Francois Millet, Paul Cézanne, Paul Gauguin, Edgar Degas, Pierre-August Renoir, Georges Braque, etc.
Dos razones han llevado a Beatriz González a trabajar con obras famosas de la historia de la pintura: su inhabilidad para componer y su admiración por las obras artísticas. La pintora confiesa tener una visión prejuiciada de la historia del arte. A toda hora, en todas partes, asocia experiencias visuales con cuadros famosos. A partir de un objeto cualquiera, a partir de la textura de una madera o de la forma de un mueble, surge la asociación estética. Así, por ejemplo, de unos toalleros en forma de concha surgió la imagen de la obra de Botricelli El nacimiento de Venus; de una lámina de madeflex estriado, un bodegón de Braque; de un peinador con espejo circular un tondo de Rafael.
Otras veces, el procedimiento es a la inversa: a partir de un cuadro surge la idea del objeto donde debería estar su composición. Así surgieron los telones inspirados en Edouard Manet, Claude Monet y Paul Gauguin. Como la artista trabaja sobre superficies de diversos materiales y texturas (láminas de metal, maderas varias, toallas, hules, cubrelechos, etc.) debe inventar constantemente nuevas facturas. Con óleos, esmaltes o acrílicos, Beatriz González no sólo domina cada una de las técnicas, sino que trabaja con una gama muy variada de colores. Desde sus óleos sobre lienzo de comienzos de su carrera, hasta los telones pintados en acrílico y el Guernica (1981), realizado en esmalte sintético sobre tablex, pasando por sus numerosos esmaltes sobre lata (muchos instalados en muebles como “marcos”), Beatriz González se ha dado el lujo de dominar los medios y procedimientos y, sobre todo, de transvasar con talento las pinturas en que se inspira.
Porque si es cierto que Beatriz González copia la composición de las obras del pasado, no hay duda de que siempre inventa una nueva relación cromática y muchas veces también un nuevo procedimiento. Desde comienzos de los ochenta, su producción se ha centrado, siempre con el apoyo de las fotografías de prensa, en la realidad colombiana. Desde sus numerosos trabajos relacionados con la figura del presidente Julio César Turbay (dibujos al grafito, la serigrafía Decoración de interiores) hasta sus dramáticas versiones de la muerte del narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha (Retratos mudos), pasando por Las Ibáñez, las viñetas de la tragedia (Un uxoricidio) y la comedia (Turbay condecorando a un personaje), los temas relacionados con los presidentes de la República (Plumario colombiano, Los papagayos, Sr. Presidente qué honor estar con Ud. en este momento histórico, alusivo a los acontecimientos relacionados con la toma del Palacio de Justicia en 1985), el ciclista Martín Emilio Rodríguez “Cochise”, el ciclista Lucho Herrera y su apoteosis con el presidente Virgilio Barco, el futbolista René Higuita, los soldados vestidos en traje de campaña, los hombres asesinados etc., hay ahora un exclusivo y profundo interés por todo lo nacional, tanto desde el punto de vista histórico como desde el de la actualidad.
Pero el cambio no es solamente temático, también es formal y de contenido. El manejo de los elementos formales (planos, colores, composiciones) es ahora más complejo y descarnado y la intención de decir, a través de aquellos elementos, cuán caótica y dramática es la situación, es más escueta y aladina. La artista no hace concesiones a nada, su tono se ha vuelto severo. Esto no significa que sus cuadros hayan perdido la calidad artística que los ha caracterizado: muy lejos de cualquier noción de belleza, sus representaciones siguen atrayendo por las convincentes relaciones de las formas y de éstas con sus contenidos. Como acertadamente lo ha señalado Luis Caballero, el color de sus cuadros sigue siendo refinado, aun en las armonías más absurdas, y la línea de sus dibujos sigue siendo acertada dentro de las torpezas más sofisticadas. Con ocasión del Quinto Centenario del descubrimiento de América en 1992, Beatriz González realizó una serie de serigrafías con el tema de un indígena en una barca. Aparte de sus pinturas y dibujos, González tiene una extensa producción de grabados [Ver tomo 6, Arte, pp. 130 y 131].