Copa África 2022. SADIO MANÉ artífice del triunfo de Senegal sobre Egipto: prefiere construir hospitales a tener Ferraris

Sadio Mane mira el trofeo que acredita a Senegal campeona de África 

Sadio Mané perdió a su padre cuando tenía siete años.

El día que fue informado por un primo suyo de la trágica noticia se encontraba jugando un partidillo de fútbol en la calle, seguramente descalzo, como solía ser habitual.

En un primer momento no le creyó. Pensó que era una broma de mal gusto. Su padre llevaba enfermo desde hacía semanas y era tratado básicamente con remedios tradicionales de Senegal. Cuando su enfermedad se complicó, la familia no pudo trasladarlo a tiempo a un hospital por no haber uno cercano a Bambaly, su ciudad natal.

La espina le quedó clavada al futbolista del Liverpool, desde el domingo campeón de África con la selección senegalesa. Jamás olvidó que sin la escasez ni la precariedad en equipamientos de su región, a orillas del río Casamanza y cerca de la frontera con Guinea Bissau, quizá hubiera disfrutado más tiempo de su progenitor. Por eso el año pasado inauguró un hospital en Bambaly que le costó medio millón de euros. También mandó a construir una escuela (unos 300.000 euros) con tal de fomentar la alfabetización. Él nunca acudió a ninguna.

Consciente de sus orígenes

“¿Para qué quiero 10 Ferraris o 20 relojes de diamantes? ¿Qué harán esas cosas por mí y por el mundo?”, se pregunta el atacante

Consciente que proviene de la pobreza extrema, Mané prefiere invertir parte del dinero que gana en ayudar a su gente antes que coleccionar lujo sin sentido. “¿Para qué quiero diez Ferraris, veinte relojes de diamantes o dos aviones? ¿Qué harán esas cosas por mí y por el mundo? No necesito coches y casas de lujo, grandes viajes ni mucho menos aviones. Prefiero que los míos reciban un poco de lo que la vida me ha dado”, ha expuesto el ágil extremo en diversas ocasiones.

Mané ya tenía a los senegaleses en el bolsillo con gestos así. Sin embargo, faltaba la guinda: guiar al país subsahariano hacia la primera Copa África de su historia. Lo logró en Yaundé contra Egipto, la selección de su compañero Mohamed Salah y la más laureada (7 títulos) en una final marcada por los penaltis.

Desde los once metros el jugador dejó sin uñas a todo un país entero que le había cuestionado en alguna ocasión por su rendimiento. Erró el primero de los dos disparos nada más iniciarse el partido. Salah quiso desestabilizarlo, hablándole y dando indicaciones al portero Gabaski, y lo consiguió. Mané apenas se inmutó y rápidamente pasó página. Como si supiera que tendría una segunda oportunidad. Esta llegaría en la tanda de penaltis. Acertó el definitivo con un tiro similar, a la derecha del portero, pero más esquiniado.

Lo celebró por todo lo alto. Corrió desbocado, se tiró al suelo y fue aplastado por sus compañeros repletos de felicidad. Había podido con los faraones, fatigados después de cuatro prórrogas durante el torneo y sin que Salah tuviera opción de lanzar la quinta pena máxima de los suyos. Habrá posibilidad de revancha en el parón de selecciones de marzo, cuando uno de los dos combinados se clasificará para el Mundial de Qatar en la eliminatoria a doble partido y el otro tendrá que verlo por televisión.

El triunfo de los leones de Teranga enloqueció un país que no vibraba tanto con su selección desde el Mundial de Corea y Japón, cuando en su primer partido de la historia en la mayor cita posible derrotaron nada más y nada menos que a la Francia campeona de Zidane. El gol fue obra de Papa Bouba Diop, fallecido el pasado noviembre víctima de la ELA. Sin duda, ese triunfo también es para él.

Aquella Senegal del 2002 alcanzó los cuartos de final. Había perdido la Copa África meses antes, como también sucedió en la última edición del 2019. En ese equipo figuraba el actual seleccionador Aliou Cissé y El Hadji Diouf, estrella e ídolo de Mané cuando tenía 10 años y que curiosamente también jugó en el Liverpool. En el momento de esa gesta se dio cuenta de que tenía derecho a soñar. Quería ser futbolista. Pero el camino hasta llegar a Anfield estuvo plagado de obstáculos. 

Mundial de Corea y Japón

Maravillado con la Senegal que ganó a la Francia de Zidane en 2002

La familia de Mané no quería que se obsesionara con el fútbol. Por ello el jugador se marchaba de Bambaly sin avisar a Dakar para hacer pruebas en academias o clubs. Llegaba a estar días sin dar señales de vida. La suerte le sonrió cuando la Académie Génération Foot se fijó en él. Jugó dos años en el equipo de la capital senegalesa antes de que el Metz se lo llevara a Europa. De allí pasó al Red Bull Salzburg y luego a la Premier League, competición idónea para que explotara definitivamente gracias a su potencia.

El Southampton lo disfrutó durante dos temporadas bajo las órdenes de Ronald Koeman -contra el Aston Villa logró un hat-trick en menos de tres minutos, todo un récord en Inglaterra- hasta que el Liverpool llamó a la puerta y se consagró como uno de los mejores atacantes del planeta. En cinco temporadas y media ha marcado 107 goles y repartido 44 asistencias, formando un tridente temible junto a Salah y Firmino en los primeros años, y ahora con Diogo Jota alternándose con el brasileño.

Campeón de Europa a nivel de clubs en el 2019, lo es ahora de África a sus 29 años con su selección siendo el gran líder. En este torneo fue decisivo con el gol en el único triunfo en la fase de grupos (contra Zimbawe), uno de los tantos en semifinales y el definitivo en los penaltis.

La euforia se desató por las calles del país hasta altas horas de la madrugada. Tan alto fue el nivel de emoción que el presidente del país, Macky Sall, decretó este lunes día festivo para seguir con los festejos y así poder recibir a los ídolos como merecen. Decenas de miles de aficionados recibieron a los jugadores -entre ellos al catalán Keita Baldé, nacido en Arbúcies pero de padres senegaleses- en las afueras del aeropuerto de Dakar. La fiesta será larga.

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