ALICIA ALONSO danzará eternamente
Muchos evocan a la bailarina de cuello de cisne, disciplinada y temperamental como pocas, que seducía al público con sus giros virtuosos, así como a la coreógrafa exigente que hacía repetir incansablemente los movimientos en busca de la perfección.
Otros la ven como la gran dama cubana que entregó su alma a la Revolución del fallecido Fidel Castro, y que se codeaba con reyes, poetas y políticos. Fue con el apoyo de Fidel que su escuela creada en 1948 tomó impulso después del triunfo de la revolución en 1959.
Alonso, que debutó en Broadway en 1938, se quedó casi ciega a los 20 años después de sufrir un doble desprendimiento de retina, y bailó casi toda su vida guiándose por las luces sobre el escenario, según su segundo esposo y director del Museo Nacional de la Danza, Pedro Simón.
Colgó sus zapatillas de punta en noviembre de 1995 a los 74 años.
“La Reina cubana de la danza”, partir de 1938, en Broadway, Alonso comienza a bailar con compañías estadounidenses, entre ellas el New York City Ballet y el Ballet Theatre de Nueva York.
Cuando en 1948 fundó el Ballet Nacional de Cuba, Alonso ya había compartido escena con figuras de la danza clásica como Mijail Fokine, George Balanchine, Leonide Massine, Bronislava Nijinska y Antony Tudor.
“Lo que sea mi legado artístico, lo dejo en una escuela, una tradición, una compañía organizada, una ética artística. Partiendo de eso, no creo que sea difícil defenderlo”, dijo en en una entrevista con el diario español El País en 2015.
Tras conocerse el fallecimiento de la Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso, personalidades, presidentes e instituciones del mundo se pronunciaron a través de las redes sociales para hacer llegar a Cuba y al ballet cubano sus condolencias.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) rindió un tributo a quien describió como “una artista única”.
“En 2002, Alonso fue nombrada embajadora de Buena Voluntad de la Unesco por su extraordinaria contribución a desarrollar, preservar y popularizar el ballet clásico”, recordó la organización en su cuenta oficial de Twitter en castellano.
Por su parte, el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, lamentó el deceso de Alonso, de quien dijo a través de un tuit: “Ha dejado un gran vacío, pero un insuperable legado; ella situó a Cuba en el altar de lo mejor de la danza mundial; gracias Alicia por tu obra inmortal”. El mandatario se pronunció desde México, donde se encuentra en visita oficial.
Al respecto, el presidente Evo Morales escribió: “Estamos muy tristes por la muerte de la cubana Alicia Alonso, una de las mejores bailarinas de la historia, figura de la cultura y el arte en Latinoamericana. Enviamos nuestras más sentidas condolencias a su familia y al pueblo cubano por esta pérdida”.
El canciller de México, Marcelo Ebrad, a nombre del Gobierno de su país, expresó su pesar por el fallecimiento “de la gran Alicia Alonso y extiende sus sinceras condolencias al gobierno y pueblo de Cuba por la gran pérdida que ello significa. Vivirá por siempre con su arte entre nosotros. Descanse en paz”.
También se pronunció el ministro de Cultura de España, José Guirao, que definió a la bailarina cubana como un “mito de la danza”.
“Fuera de los escenarios y hasta el último día dedicó todos sus esfuerzos en difundir y dignificar la danza”, resaltó Guirao en una nota de prensa emitida por el ministerio.
Asimismo, desde México, la Compañía Nacional de Danza emitió una declaración en la que lamenta el fallecimiento de la fundadora del Ballet Nacional de Cuba.
Entre otros mensajes llegados a la isla destaca el de la directora del Ballet Estable del Teatro Colón, en Argentina, Paloma Herrera, quien afirmó que la muerte de Alicia Alonso “deja una marca imposible de borrar en los corazones de todo el mundo”
Alicia Alonso nació en La Habana el 21 de diciembre de1920. Su nombre completo es Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez del Hoyo. Hija de padres españoles, fue la más pequeña de cuatro hermanos y comenzó el aprendizaje de la danza a la edad de nueve años en la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana, específicamente en la Academia de Baile en los salones del teatro Auditórium.
En sus primeros años bailó en Cuba con el nombre de Alicia Martínez, pero para 1935 ingresa en la Academia Fernando Alonso, y el impacto de los grandes ojos negros de Alicia –o Unga, como muchos le llamaban– fue tan fuerte como el que causaron en ella los azules ojos de Fernando, su físico atlético y la experiencia de sus 20 años. Fue así como el amor se mezcló con el ballet en 1936 en Claro de Luna, obra compuesta sobre la pieza homónima de Beethoven ¡ella como el Sol y él como la Luna! Y a los quince años se casó en Estados Unidos con Fernando Alonso y tomó su apellido, con el que se le sigue reconociendo actualmente.
Desde los diecinueve años, padeció de un defecto en un ojo por lo que era parcialmente ciega. Sus compañeros tenían que estar siempre en el lugar exacto donde ella esperaba que estuviesen y utilizaba luces en sitios diferentes del escenario para que la guiaran.
Fue una de los miembros fundadores del American Ballet Theatre en 1940 y en 1943 se convirtió en una de sus bailarinas más destacadas. El 2 de noviembre de ese mismo año, protagonizó Giselle en una sustitución emergente a Alicia Markova, la cual no pudo bailar. Desde entonces se hizo mundialmente famosa con el personaje de la inocente campesina, engañada y convertida en Willy.
Entre 1955 y 1959, Alicia bailó cada año con los Ballets Rusos de Montecarlo como estrella invitada. Fue la primera bailarina del hemisferio oeste en actuar en la entonces Unión Soviética y la primera representante americana en bailar con el Bolshoi y el Kirov en los teatros de Moscú y Leningrado en 1957 y 1958 respectivamente.
Durante décadas Alicia Alonso siguió haciendo giras mundiales en países europeos, en Asia, en el norte y sur de América y bailó como estrella invitada en el Ballet de la Ópera de París, con el Royal Danish Ballet, con el Bolshoi y con otras muchas compañías.
Ha representado sus versiones de Giselle, el Grand Pas de Quatre y La Bella Durmiente del Bosque para la Ópera de París entre otras. También ha representado Giselle en la Ópera de Viena y en el teatro San Carlo de Nápoles, en Italia; La Fille Mal Gardée en la Ópera de Praga y La Bella Durmiente en el Teatro alla Scala en Milán.
Pero su espíritu fundacional no se limitó al extranjero: tanto ella, como Fernando y Alberto Alonso, nunca olvidaron que sus raíces estaban en Cuba. Todo lo que Alicia aprendió en Estados Unidos, lo trajo a su patria donde, para mayor dificultad, gobiernos indolentes no se interesaban por el desarrollo cultural. La única institución, privada y burguesa, que se dedicaba con cierta seriedad a fomentar el ballet era la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana, y desde 1940 hasta 1947, Alicia actuó cada año en sus funciones en el Auditórium, además de traer al país numerosas figuras internacionales para que, al menos, una parte del pueblo se mantuviera al tanto de lo que ocurría en otras latitudes.
Para Cuba realizó su primera coreografía, El juicio de Salomón en 1942, y con Pro-Arte estrenó varias obras de Alberto Alonso, quien estaba enfrascado en una nueva estética del ballet en Cuba, que cristalizó en el efímero Antes del alba en 1947.
Había llegado el momento de una nueva estrategia para el ballet cubano y volvía la magia a ayudar a su imagen mística: una suspensión de la temporada del Ballet Theatre dejaba libre a sus bailarines, coyuntura aprovechada por ella y por Fernando Alonso para fundar la primera compañía profesional de ballet en Cuba. El debut fue en el Auditórium el 28 de octubre de 1948, con solo nueve bailarines cubanos y el resto eran miembros del Ballet Theatre como Melissa Hayden, Barbara Fallis y Royes Fernández, entonces desconocidos.
Como su nombre era ya símbolo de prestigio internacional, la compañía se llamaría Ballet Alicia Alonso durante los primeros seis años, para en 1955 comenzar a llamarse Ballet de Cuba.
Inseparable es la historia del ballet en Cuba de la vida de Alicia. El trabajo desarrollado por ella y su compañía se encaminó a llevar el ballet a todas las capas sociales con funciones masivas en estadios a precios muy económicos, asociación con lo más avanzado del arte cubano de entonces, y políticamente identificado con las aspiraciones de los cubanos.
Eso conllevó a que en 1950, después de giras por América con la compañía, se fundara la Academia de Ballet Alicia Alonso, donde se creó el primer plan de becas para niños sin recursos económicos, sin precedentes en Cuba.
Entonces llegó el 10 de marzo de 1952, con Batista y su golpe de Estado y, como consecuencia previsible, años más tarde la tiranía lanzaría su zarpazo contra Alicia y el Ballet de Cuba.
Desde que comenzó su vida profesional ella sólo había recibido una condecoración del gobierno cubano, la Orden Nacional Carlos Manuel de Céspedes y el título de «Dama» en 1947. Para 1956, el tirano crea el Instituto Nacional de Cultura, al cual pensaba adscribir a nuestros artistas más prestigiosos, en primer lugar a Alicia Alonso y al Ballet de Cuba.
Recibe una comunicación de ese Instituto solicitándole la incorporación de la compañía a la fachada batistiana y su respuesta no se hizo esperar, en carta abierta a Guillermo de Zéndegui, director de la institución, del 16 de agosto de 1956.
La represalia llegó también de inmediato al retirarle una exigua subvención que recibía, en medio de un homenaje nacional que se le preparaba a Alicia por sus logros en el mundo, homenaje que se convirtió en Acto de desagravio, organizado por la FEU y las fuerzas progresistas. Alicia declaró disuelto el Ballet de Cuba y su ausencia de los escenarios cubanos mientras durara el gobierno de Batista.
Se niega así a apoyar a la dictadura de Batista y se marchó de la Isla, a la que regresó con el triunfo revolucionario de 1959. Desde entonces, se dedicó a romper prejuicios y esquemas, a imponer su estilo y a crear una escuela de danza en Cuba que hoy se encuentra entre las más reconocidas del mundo.
Pero su sacrificio como estrella mundial redundó en la formación de una sólida compañía de ballet en un país donde la danza era conocida sólo por sus bailes populares y presentar al mundo una escuela que irrumpiría en la escena mundial, la primera –y hasta ahora la única– en América: la escuela cubana de ballet. Alicia Alonso y Ballet Nacional de Cuba serían términos inseparables a partir de estos años.
Pero de nuevo tuvo que enfrentarse a dificultades aparentemente insolubles: sus ojos volvían a poner en riesgo su vida en las tablas y este mismo año, durante una gira con el Ballet Nacional de Cuba por Hungría, interrumpe sus actuaciones para someterse a una nueva operación en España que la obligaba a abandonar la escena… tal vez para siempre. Sin embargo, su férrea voluntad y su amor por la danza la llevaron a no abandonar el ejercicio magisterial y en 1974 monta su versión de La bella durmiente del bosque de nuevo en la Opera de París.
En ese mismo año, luego de más de tres décadas, su matrimonio con Fernando Alonso se disuelve, lo que significó un golpe sentimental. Sin embargo, lejos de replegarse en infortunios, en noviembre de ese año reaparece en la escena sorpresivamente en el ballet Mujer y poco después se hace cargo de la Dirección General del Ballet Nacional de Cuba. La Alonso se crecía con nuevos retos: recuperada su visión parcialmente y recuperada físicamente de su reposo, encontraría en el periodista Pedro Simón el nuevo compañero para su vida en 1975, quien actualmente es su esposo, director del Museo Nacional de la danza y de la revista Cuba en el Ballet.
Alicia se reconoce como la más longeva artista del ballet en escena. Gracias a ella Cuba exhibe un arte de primer mundo e irradiaba con su escuela a todos los confines. Multiplicada en sus bailarines. El descanso no tiene significado para ella y sigue creando coreografías, tomando ensayos, ocupando la Dirección General del Ballet Nacional de Cuba.
Junto a ello está el glamour de cada función donde, cual reina, es aplaudida al entrar en su palco presidencial y ocupar el centro para iluminar la sala. Solicitada por periodistas, fotógrafos, artistas, realizadores de filmes y videos, la Alonso –pese a sus persistentes problemas de visión y otras dolencias que le dificultan la locomoción– no pierde una sola función de su compañía en el Gran Teatro de La Habana, asiste a la mayoría de sus giras internacionales, preside eventos, recibe medallas y condecoraciones de todo el orbe, cumple sus compromisos como Embajadora de Buena Voluntad de la UNESCO, y responde a los reclamos de su patria en la cultura y la sociedad.
Ella es la mezcla tan rica de nuestra cultura que la hace estrella y miliciana, dama y guerrera, excelsa y sencilla, con la vista de futuro siempre alerta, con el movimiento oculto en sus manos de plumas, con una eterna juventud que vence el tiempo y escribe la historia. Por eso, no habrá otro calificativo para Alicia Alonso más que el de «La eterna dama del ballet».