María del Pilar Hurtado líder social asesinada frente a sus pequeños hijos, por paramilitares
El niño no deja de lanzar gritos de impotencia y golpes a las paredes. Frente a él se encuentra, en el piso, el cuerpo de su madre.
El nombre de la mujer es María del Pilar Hurtado, quien fue asesinada unos minutos antes por un par de sicarios que escaparon en una motocicleta.
La víctima tenía cuatro hijos y dos de ellos presenciaron cómo las balas acabaron con la vida de su progenitora
El episodio, sucedido el viernes en la localidad de Tierralta —departamento de Córdoba (noroeste)— despertó múltiples muestras de indignación en Colombia.
El asesinato de líderes sociales se está convirtiendo en estadística, que es tanto como echarles encima el polvo del olvido porque nos vuelve más indiferentes (“¿Otro muerto más?”) y hace del miedo resignación: “¿Qué puedo hacer? Si digo algo me matan a mí también”.
En la escena luego del asesinato de María del Pilar Hurtado lo peor no es el grito desgarrador del muchacho. Lo peor es toda esa gente a su alrededor que ni siquiera se ocupa en consolarlo. Miran a otro lado, resignados a la suerte que nos tocó por país.
El miedo enceguece más que el odio. Es la emoción más primitiva. Se aloja en la amígdala, la parte menos evolucionada del cerebro. Se activa de forma involuntaria. En muchas ocasiones sin que se pueda ejercer un control directo sobre las respuestas que genera. Desconoce la empatía y nos lleva a los comportamientos más irracionales.
La escena del grito del niño es en chiquito lo que Colombia es en grande. La indiferencia, la falta de solidaridad, la negación del dolor ajeno y propio. Es la resignación que deja el miedo: el sujeto ya no está paralizado, pero igual se queda quieto. Esa resignación -ese aguante, ese silencio- exagera los peligros que corremos y hace que este momento sea más peligroso de lo que de otro modo sería. Es un miedo oficial, una zozobra de Estado. Como la Berlín de “La vida de los otros”.
A ellos se suma la desconfianza: solo el 5% de colombianos confía en sus paisanos. Hay gente interesada en que así suceda: que se mantengan el miedo y la desconfianza. Las antiguas “fuerzas del bien” se llaman hoy “Águilas negras”. Son un ente abstracto, actúan de forma sistemática y nadie sabe sus nombres. Matan a los propulsores de la democracia. ¿Volvemos al tiempo del Baile rojo y de los muertos de la UP?
Instituciones como la Defensoría del Pueblo condenaron lo ocurrido. “Los gritos del hijo de Maria del Pilar Hurtado representan el dolor de todo un país”, señaló la entidad.
El asesinato también provocó una vigilia con velas en la noche del viernes protagonizada por decenas de personas en Medellín, como acto de repudio por el asesinato de la mujer, así como de otros cientos de líderes sociales en el país.
Organizaciones sociales de Tierralta denuncian que la víctima, junto a otras personas, estaba amenazada desde junio por el grupo armado Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), que opera en la zona hace más de dos décadas.
“No nos escucharon y los paramilitares cumplieron su amenaza”, lamentó Andrés Chica, activista por los Derechos Humanos de la región.
En el volante, donde se confirmaron las amenazas contra Hurtado, también aparece el nombre del líder campesino Albeiro Begambre, lo que lo obligó a abandonar la localidad. Así mismo fue amenazado el precandidato a la Alcaldía de Tierralta por la Unión Patriótica, Miguel Tordecilla.
También la líder comunitaria y defensora de derechos humanos Paola Andrea Jaraba fue abordada por un hombre en la puerta de su casa, quien la habría tomado del brazo y le advirtió que debía abandonar la localidad en media hora sopena de ser víctima de un atentado criminal contra su vida.
María del Pilar Hurtado
La víctima trabajaba en un aserradero, donde se fabricaban cajas de madera para transportar fruta.
Era parte de un grupo de familias que habían levantado un asentamiento en un lote en desuso, en busca de acceder a viviendas propias.
“No pertenecía a ningún sindicato ni organización, pero sí era una líder comunitaria y negociadora a nombre de los que se asentaron en ese terreno”, explica a BBC Mundo Andrés Chica.
El defensor de DD.HH. señala que ese lote resultó ser propiedad del padre del actual alcalde de Tierralta.
“A finales de mayo, personas en extrema pobreza tomaron ese predio. María del Pilar fue parte de las negociadoras que quiso concertar una concesión de tierras, pero finalmente se decidió a sacar a las familias a la fuerza“, relata el activista.
Luego de ello apareció el planfleto de la AGC que daba plazo hasta la medianoche del 1 de junio para que la gente se retirara del lugar.
“Después de esa hora, a quien encontremos en esas invasiones lo declaramos objetivo militar“, señala el panfleto del grupo armado.
La Fundación Social Cordoberxia denunció que otras personas que se encontraban en el asentamiento ya habían sido asesinadas el mes pasado. Otro resultó herido y tres fueron desplazados de manera forzada.
Luego de conocerse la muerte de Hurtado, la entidad reiteró su pedido al gobierno y a las autoridades locales para que implementen programas de emergencia “ante el riesgo inminente anunciado para Tierralta“.
La Alcaldía de Tierralta emitió un comunicado indicando que María del Pilar Hurtado no era una líder social y que no es cierto que ella fuera mencionada en el panfleto de la AGC.
El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar anunció que apoyará a los cuatro hijos que dejó la mujer.
Zozobra y temor
Córdoba es uno de los departamentos de Colombia que sufrió con mayor dureza la violencia del paramilitarismo y de otras agrupaciones armadas.
La localidad de Tierralta, con una población estimada de 100.000 habitantes, no fue —ni es— la excepción.
“Viven con zozobra y con temor, como si fueran prisioneros. En estas zonas los paramilitares controlan hasta los aspectos de la vida familiar”, relata Andrés Chica.
El activista añadió que “los paramilitares actuales siguen haciendo las cosas igual que los que llegaron entre 2000 y 2003”.
“Se trata de una dominación coercitiva social, económica y militar. La administración de la justicia la hacen ellos. Nadie va a la fuerza pública cuando hay problemas en las comunidades, acuden a los paramilitares para que arreglen las cosas por mano propia”.
Chica indica que “hasta los problemas de infidelidad son resueltos por ellos, al igual que cuánto se paga de vacuna (cuota de extorsión) para tener un negocio“.
“El Estado no ha sido capaz de desmontar al paramilitarismo pese a los tantos decretos y leyes que ha sacado”, concluye.
No es el único caso
La crudeza del video con los gritos del hijo de María del Pilar Hurtado generó la atención del país, pero en los últimos cinco días otros seis casos de asesinatos de líderes sociales fueron denunciados.
Y desde 2016 se habla de hasta 400 casos, la mayoría de ellos relacionados con el control de tierras para el cultivo ilícito de coca y apropiación de predios.
Entidades como la Organización de Naciones Unidas y múltiples organizaciones de defensa de los Derechos Humanos, indígenas, afrodescendientes y ambientales han expresado que los asesinatos selectivos es uno de los mayores problemas de Colombia.
El de Hurtado es uno de los últimos casos.
“El panfleto de amenaza no fue solo un papel, fue una acción de muerte contundente“, lamenta la Fundación Cordoberxia.