Raimund Herder: “Un libro que no cambia el mundo no es un buen libro”

“Un libro que no cambia el mundo no es un buen libro”

Raimund Herder, editor, propietario y trastataranieto del fundador de la editorial Herder, sostiene que:”Tengo 55 años: buena edad para afrontar el desafío digital. Hace 20 que vivo en Barcelona, capital editorial. Nací en Friburgo. Soy un católico dispuesto a aprender de otras creencias. Soy más de izquierdas de lo que pensaba”.

Cuál fue su primer libro?

Mi trastatarabuelo, Bartolomeo Herder, publicó nuestro primer libro en 1798: un manual de geografía.

¿Por qué lo publicó?

La edición es un oficio que nace entonces, en la Ilustración. Los editores eran ilustrados que querían enseñar a los demás para liberarlos de la ignorancia y cambiar el mundo. Eran libertadores y a veces acababan en la cárcel. Bartolomeo en una ocasión fue recluido en un convento.

¿Y ganó dinerito con el libro?

El libro hizo su mundo un poquito mejor al enseñar algo a sus lectores. Un libro que no cambia el mundo no es un buen libro.

¿Y aún sigue siendo así?

Si no, editar se convierte en algo no muy diferente de fabricar tornillos para ganar dinero. Y a mí no me interesa.

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En ese retrato, su trastatarabuelo lleva un flequillo napoleónico.

Fue el impresor del ejército austriaco en las guerras napoleónicas y entró en París. Después fue a Friburgo para ser editor de la universidad y allí nace mi tatarabuelo, Benjamin, que da a Herder orientación católica.

¿La religión del poder?

Al contrario, en el sur de Alemania los intelectuales católicos eran reprimidos desde el norte luterano y él es un católico que se enfrenta a la opresión protestante.

¿Con el latín católico e imperial?

Herder editaba en latín y aún tenemos un fondo impresionante. Y fue el latín lo que nos permitió superar todas las fronteras.

Editar vendría a ser eso.

Gracias al latín, editamos para España, Italia, Latinoamérica y ya en 1887, en castellano. Y en 1888 abrimos una sucursal en EE.UU. Y fundamos la librería Herder en la calle Balmes de Barcelona.

Pegadita a la universidad.

Barcelona era un centro industrial e intelectual vibrante y europeo del fin de siglo.

Y ya entonces, capital editorial del mundo en español.

Y la nuestra ya era aquí una gran empresa. Pero en 1936, al inicio de la Guerra Civil, los anarquistas nos expropian la librería.

Supongo que Franco se la restituye.

Y en 1939 Franco nos la restituye, sí. Pero lo que la gente ha olvidado es que en 1945 el mismo Franco nos la vuelve a expropiar, esta vez forzado por EE.UU., que le exige que confisque y subaste todas las propiedades de los ciudadanos alemanes en España.

Otro mal trago.

De ellos se aprende a hacer buenos vinos y libros. Nuestro gerente, Antonio Valtl, compra la librería y, como en la Europa en guerra es difícil distribuir libros, empezamos a imprimirlos aquí. Y por eso nos premia el Gremi d’Editors tras 75 años de edición.

¿Su best-seller?

No me gusta confundir la cantidad con la ­calidad…

¿Su best-quality-seller?

El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl. Pero mire usted ahí en esas estanterías y seguro que encuentra algún libro de cuando estudiaba en la universidad…

¡Hombre! ¡La Introducción a la sociología de Rocher: biblia de Judith Astelarra!

Y los psicólogos y los filósofos, con el Di­ccionario de filosofía de Hirschberger, es- tán en deuda con los Herder. Y muchos más. Yo mismo estudié Filosofía en Wurzburgo con él.

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¿Cambiará el formato digital a los editores?

El libro es un invento inmejorable, pero ahora necesita otros medios para llegar al lector.

¿En qué está pensando?

En un club de filósofos.

¿El dream team de los pensadores?

Hemos creado un portal de filosofía, Filco, y ya tenemos un millón de visitas. Cambiamos constantemente los contenidos en todos los formatos posibles.

¿Van de la venta a la suscripción?

Lo que tenemos claro es que si la lectura cambia, nosotros también, pero la misión y la visión va a ser la misma de Bartolomeo Herder: ayudar a pensar. Sin razonamiento no es posible la democracia.

Pues ahora mismo no veo por ese camino a las democracias iliberales.

Pues entonces no son democracias; sólo son gobiernos a los que se vota. Sin reflexión puede haber urnas, pero no hay democracia.

¿Por qué?

Porque la esencia de la democracia no está en el voto, sino en lograr consensos. Y los consensos no se consiguen imponiendo tus objetivos a los demás con más votos, sino renunciando a algunos de ellos para que el adversario renuncie a algunos de los suyos.

Toda convivencia satisfactoria se edifica entre insatisfacciones.

Y es imposible sin razonar, sin matizar, madurar… Leer.

Le veo en forma.

Es que me ha llegado el mayor desafío para mi sector en el momento de mi vida en que estoy más preparado para afrontarlo. Como Bartolomeo cuando publicó su manual de geografía para los de su pueblo, yo creo que puedo hacer una pequeñísima contribución para que la gente piense.

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