VENEZUELA. Muere el intelectual y político Teodoro Petkoff

Dirigentes del Movimiento Al Socialismo confirmaron esta tarde la muerte de quien fuera fundador, junto con Pompeyo Márquez, de esa organización política.

Mitad búlgaro y mitad polaco, Teodoro Petkoff vivió su infancia en un confín para muchos desconocido: el Batey, estado Zulia. Eran tiempos de Gómez, de caña de azúcar y ruralidad. Creció y abandonó el terruño donde correteó con sus hermanos y otros muchachitos del barrio. El editor de TalCual, hombre de política, también guerrillero de verbo atinado, ganador del premio Ortega y Gasset por trayectoria profesional, rememora buenos y malos tiempos, miércoles 31 de octubre, Teodoro Petkoff falleció a los 86 años

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Teodoro Petkoff, político, escritor, intelectual,  líder guerrillero, excandidato presidencial, periodista y editor venezolano, Premio María Moors Cabot, en 2012, y Premio Ortega y Gasset, en 2015, falleció  en Caracas, a los 86 años de edad, después un prolongado período de dolencias.

Hijo de emigrados judíos de origen búlgaro y polaco, Petkoff había nacido en El Batey, estado Zulia, en enero de 1932. Entró en política durante la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez, en los años cincuenta, época en la que formó parte de células clandestinas en la resistencia y llegó a ocupar responsabilidades en la estructura juvenil y la dirección nacional del entonces proscrito Partido Comunista de Venezuela.

Depuesto el dictador en 1958, la naciente democracia debió plantar cara a la febril influencia que tuvo la Revolución Cubana en la juventud venezolana de entonces. Las tensiones con el Gobierno de Rómulo Betancourt abrió las compuertas de un turbulento período en el cual Petkoff, y otros dirigentes del Partido Comunista y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria abrieron frentes guerrilleros en el país con el objeto de instaurar una revolución inspirada en los valores antimperialistas de La Habana.

Protagonista de dos espectaculares escapes de los calabozos en los cuales estuvo recluido, Petkoff, junto a casi todos los políticos de la izquierda venezolana, se acogió, a finales de los años sesenta, a los términos de la pacificación propuesta por los Gobiernos de Raúl Leoni y Rafael Caldera.Resultado de imagen para murió teodoro petkoff

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La invasión de la Unión Soviética a Checoslovaquia, en 1968, había producido un enorme cisma personal en Petkoff, que cuestionó el hecho acaloradamente, e inició una crisis interna en el PCV que contribuyó a consolidar el ocaso de los movimientos guerrilleros. Con la publicación de Checoslovaquia, el socialismo como problema, de enorme impacto en los debates políticos latinoamericanos de entonces, Petkoff fue excluido del movimiento comunista mundial de la boca del propio Leonid Brezhnev.

De regreso a la legalidad democrática, Petkoff fue fundador del Movimiento al Socialismo, un partido de izquierdas que planteó la ruta democrática al poder, del cual fue dos veces candidato presidencial en los años ochenta, y que con el paso de los años conoció una evolución a la socialdemocracia. El MAS fue visto entre los políticos latinoamericanos de izquierda como el símbolo por excelencia de la lucha política postguerrillera, separada de la influencia de Fidel Castro. Gabriel García Márquez, amigo personal de Petkoff, donó todo el dinero del Premio Internacional de Literatura Rómulo Gallegos por su obra Cien Años de Soledad a la causa del partido recién fundado.

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La figura Petkoff comenzó a ser vista como una referencia nacional hacia los años noventa, una vez que le tocó ocupar, con aceptables resultados, la cartera de Planificación durante el segundo mandato de Rafael Caldera en un Gobierno de coalición de socialistas y democratacristianos.

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En 1999, Petkoff renunció al MAS, del que había sido arquitecto ideológico, una vez que el partido decidiera acompañar la primera candidatura de Hugo Chávez. La relación entre ambos dirigentes nunca fue buena: ambos se respetaban a la distancia, pero no se tenían simpatía. La Democracia basada en el Pacto de Punto Fijo (un acuerdo de gobernabilidad entre los partidos AD, Copei y URD, firmado en 1958) conocía su ocaso; estaría llegando la era del Régimen Bolivariano promovido por Chávez.

De político a periodista

En el 2000, Petkoff funda el rotativo Tal Cual, e inicia su segunda etapa como hombre público, al abandonar la política partidista y meterse de lleno en el periodismo y los debates de opinión. Este periódico llegó a hacerse célebre por el contenido de los agudos editoriales de Petkoff, en los cuales terminó convertido en uno de los críticos más implacables de Hugo Chávez en el poder.

Promotor de varias revistas vinculadas al pensamiento político, como InforemasEl Ojo del Huracán, Petkoff fue autor de 12 libros vinculados al pensamiento político, la deconstrucción analítica del comunismo, el valor del cambio democrático y el devenir venezolano y latinoamericano actual. Su influencia entre los intelectuales venezolanos de esta hora ha sido determinante.

Petkoff es considerado  figura tutelar y muy respetada en los confines de la oposición antichavista, y, al mismo tiempo, objeto de desprecio y encono por la militancia bolivariana.

“Teodoro, ¿tú por aquí?”

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En julio de 2014, la revista Clímax publicó una de sus últimas entrevistas a Teodoro Petkoff. Al final de la conversación, que se había llevado a cabo en las oficinas de TalCual, el redactor le hizo una serie de preguntas de personalidad basadas en el cuestionario de Bernard Pivot, ideado por Marcel Proust en 1890 y popularizado por James Lipton en el programa “Inside Actor’s Studio”. Todo para descubrir si Teodoro era de verdad ateo. “¡Hola Teodoro!, ¿tú por aquí? “, respondió cuando le preguntamos: “Si creyera en el cielo, ¿qué le gustaría escuchar de Dios al llegar allá?”. Esta es aquella entrevista, in memoriam:

Una de las voces más escuchadas por la mitad del país fustiga al autoritarismo oficial. Las elecciones de 2015 son más decisivas que unas presidenciales y la oposición debería enfocarse en ganarlas, dice.

Las paredes de su oficina cuentan la historia reciente de Teodoro Petkoff —iniciada hace 15 años cuando este político de izquierda se reinventó como director de diarios. En un rincón brilla una foto en blanco y negro de un rozagante presidente Chávez mostrando un ejemplar del vespertino El Mundo con el titular “¿Cómo es la vaina?”. Cerca, cuelga otro clásico del periodismo venezolano, el desafiante primer número de Tal Cual con la frase: “Hola, Hugo”.

Ese titular inauguró —con gran ayuda de sus amigos— a este tabloide que ha sobrevivido 14 años como una mosca en la oreja del poder, pese a su circulación limitada, en un país cuya prensa languidece bajo la censura, la autocensura y los problemas económicos.

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Petkoff advierte que Diosdado Cabello es quien ocupa el trono en la Venezuela de hoy, donde la democracia sobrevive debilitada por un “gobierno militar y militarista” y un Estado sin separación de poderes. “Teodoro”, para sus amigos, es tenido por la grey opositora como una voz autorizada, respetada hasta en ciertos bastidores del chavismo. El mismísimo “Chacumbele” evitó atacarlo en aquellas sesiones de metralla verbal contra todo lo que se moviera más allá de las fronteras rojitas.

Su recordado programa dominical Con Teodoro por Globovisión, era hasta principios del año 2013 como una misa líder en sintonía entre sus televidentes. Pero este ex guerrillero, economista, ex ministro y ex candidato presidencial rechaza etiquetas de “chamán” o “consejero”. Ni se cree consultor de la entrampada “oposición”, ese término que agrupa a más de la mitad de los electores, a la variopinta Mesa de la Unidad Democrática y a los irreductibles estudiantes que mantienen viva la llama de la protesta en las calles.

Hoy, Petkoff parece más parco, un tanto golpeado por los avatares de la salud, del cronómetro y del país. Sus respuestas son cortas, su lengua afilada parece tomar un respiro. “Una cosa es aconsejar ideas y otra es creerse consejero de los actores políticos. Puesto que hablo y opino, tiene que haber oídos que escuchen. Ahora, que estén de acuerdo o no, es otra cosa”, dice.

“En general la oposición en sus distintas versiones ha actuado muy sensatamente y ha logrado precisamente contribuir a crear una situación que acentúa los problemas del gobierno y que ayuda a abrir más espacios a los disidentes”, desliza a manera de prólogo.

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El país según Teodoro

“Esta es una situación permanente de conflictividad social y política. Es bueno decir que en las últimas semanas la tensión ha cedido un poco, se nota un cierto alivio. Pero podría cambiar, en un lapso relativamente prolongado para un país como Venezuela en el cual pueden ocurrir muchas cosas”, asegura. Opina que la crisis económica es “light”, todavía no se siente como grave. “Pero ciertamente, cuando uno mira hacia delante pareciera que la situación tiende a deteriorarse”.

Este economista summa cum laude de la UCV y responsable del Ministerio de Planificación del socialcristiano Rafael Caldera antes de la era chavista, cree que con Nicolás Maduro ni siquiera haya una política económica. “Creo que más que aplicando un paquete están dejando que la economía se desenvuelva por su cuenta. Y, por supuesto, la tendencia es a moverse según los criterios del capitalismo liberal”, libera de dudas.

“Este es un gobierno militar y el poder está en Diosdado Cabello”.

¿Qué medidas tomaría el Petkoff economista?

“Es un rol que no me gusta desempeñar. Me voy a limitar a decir que hay medidas que son de sentido común. Entre ellas la de respetar a la economía. Permitirle que se desenvuelva según su lógica, con la debida participación vigilante del Estado”, sintetiza este promotor de la Agenda Venezuela, el programa de ajustes liberales que permitió al amenazado Gobierno de Rafael Caldera llegar suspendido en alfileres hasta las elecciones de 1998.

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Sus detractores lo culpan de haber seguido las inmisericordes recetas del Fondo Monetario Internacional, con un plan que derivó en una inflación del 103% en 1996. El acelerado deterioro económico dejó al país como un pajonal seco, donde acabaría propagándose el discurso incendiario de Hugo Chávez. “Tengo la impresión totalmente contraria. De no haber sido por la Agenda Venezuela, este país no hubiera salido del hoyo. Lo sacó de la profundísima crisis que se vivía en 1996”, rebate.

Hoy, muchos señalan que los supuestos logros sociales del chavismo pudieran haberse alcanzado sin tantos tambores de guerra y heridas en la sociedad. “Es obvio que esta situación de conflictividad es absolutamente artificial, una creación del gobierno, sin que haya razones para que exista. Cualquier gobierno medianamente sensato podría desenvolverse perfectamente bien con los recursos y la capacidad de acción que dota la disponibilidad de tales recursos”, dice en referencia al chorro de ingresos petroleros.

Petkoff ha sido testigo del descontento social que ha catalizado cambios —violentos o pacíficos— en el alto gobierno y en toda la sociedad venezolana en las últimas décadas. “Esa posibilidad siempre está presente en cualquier sociedad donde el deterioro económico se traduce en inquietud social y esta no tiene por qué ser la excepción. El desmedro avanza cada vez más y la inquietud social tiende a acercarse. La gente no actúa a lo loco, cuando apoya o no apoya lo hace a partir de un razonamiento político”, dice.

“Las crisis a veces son impredecibles en sus resultados y en este momento yo siento que este es un gobierno frágil. Cualquier crisis relativamente fuerte se lo puede llevar en los cachos. No hemos llegado al punto en que la gente haya percibido el engaño en la mayoría. Aunque es visible una caída sostenida en la popularidad del gobierno”, agrega.

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Pero hasta en Cuba, por ejemplo, el sistema sobrevive de crisis en crisis.

—Claro, pero pagando el precio de una dictadura férrea. En democracia una crisis fuerte y grave puede tener consecuencias muy negativas para cualquier gobierno.

¿Ve a Nicolás Maduro prolongándose en el poder como Chávez?

—Lógicamente, no. Siento que la de él es una presidencia frágil y sus principales adversarios están dentro del propio chavismo, donde hay diversas corrientes internas.

¿Dicen que Cabello es el verdadero hombre fuerte del país?
—Yo tengo esa impresión.

¿Es el poder detrás del trono?
—Y delante también.

Entonces, ¿cuál sería el papel de Maduro?
—Le tocó dar la cara para cubrir el cargo, pero el poder real descansa obviamente en Diosdado. Es verdad que este es un gobierno militar. La Fuerza Armada ocupa y desempeña un rol que le es totalmente ajeno y que nunca antes había desempeñado con la intensidad que ahora lo hace. Cuando uno piensa en un gobierno militar evoca las pesadillas de los países de América del Sur, en sus muertos y desaparecidos, en la imposición de armas y uniformes sobre el intelecto civil.

¿Dónde está “la delgada línea roja” que nos separa de una dictadura?
—La diferencia es que es un gobierno militar, fuertemente autoritario, pero no es una dictadura. Creo que todavía no reúne las características de una dictadura. Hay posibilidades de terminar en una. Depende del propio gobierno por cierto, hasta dónde está dispuesto a llegar. Las fuerzas armadas han asumido un rol predominante, e imponen el ritmo y el rumbo de los acontecimientos. Es un gobierno militar y militarista.

El problema, primero que todo, es que eso no es resultado de la voluntad del pueblo, sino de un componente de las instituciones del Estado. Es decir, no es un gobierno democrático. Una característica de una democracia plena es una división de poderes, ciertamente. Ahora aquí todos los poderes están confiscados por el poder militar.

¿El chavismo justifica sus fallas aludiendo a líderes supremos y paraísos por construir? 

—Sí. Es un pensamiento siempre muy común y una justificación de todos los gobiernos equivocados y erráticos, eso de que es necesario destruir para construir posteriormente.

Hasta el 2015 y más allá

Meses de protestas callejeras, detenciones sumarias, auge criminal, escasez, inflación, persecución política y someros intentos de diálogo entre el gobierno y parte de la MUD, y todavía se prevé más conflictividad económica, política y social.

¿Para la oposición no sería mejor apuntar a las elecciones de 2015, en vez de limitarse a “la salida ya”?

—Creo que la oposición si en este momento está pensando en algo debe ser justamente en las elecciones del 2015. De no hacerlo estarían completamente fuera de foco. Lo inmediato siempre mueve, siempre apela a la necesidad de acción. Pero cualquier oposición que se sienta como tal en un país como este tiene que tener en la mira ya su futura actuación en los comicios de 2015 —que son ciertamente decisivos. En todo caso yo no estoy de acuerdo con apresurar los ritmos naturales del proceso político.

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Sobre Petkoff y Tal Cual orbitan amenazas de cárcel y multas. La directiva del diario tiene prohibido salir del país. Ese caso es una referencia acerca de los ataques contra la prensa en el país. “En Venezuela sobrevive la libertad de expresión pero permanentemente acosada. Creo que el desenlace depende de factores poco predecibles, de cuáles son las intenciones de fondo de gobierno, si su interés es mantener esta tranquilidad engañosa o pretende acentuar su naturaleza implícitamente represiva”, dice y continúa: “puedo suponer que quieren eso —penas de cárcel— o que quieren mantenernos en un estado permanente de inquietud frente al poder militar”, agrega sobre el proceso judicial por “difamación” de Cabello contra el matutino.

El chavismo se parece a una neo-religión, con Bolívar, Chávez —y el pajarito— en lo alto de su panteón. Fomenta un “Estado comunal”, su verbo guerrerista siembra el odio de clases, convive con las consignas de la izquierda romántica de los años 60 y 70 y la empobrecida economía tiene de gerencia a militares, los controles conviven con prácticas liberales, mientras se enfrenta al movimiento obrero y no tolera la disidencia ni manifestaciones.

¿Es posible decir que todo esto es una nueva versión del socialismo? Petkoff responde: “no veo por ahora una intención de ir más allá. Creo que ellos se sienten confortables en una situación de la cual tienen el control sin necesidad de apelar a los extremos. En el gobierno lo que hay es abundancia de palabras, discursos, una acción que muy poco corresponde a esas palabras y a las intenciones de esos discursos. De manera que lo que les resulta mas cómodo es el autoritarismo”.

“Sin duda Maduro no es Chávez. Chávez era capaz de producir movimientos en el país. Movía a la sociedad, la obligaba a actuar. A veces la falta de un discurso puede ser suplida por el uso de la fuerza”, recalca

Petkoff ha mirado la hora insistentemente. Ya son casi las seis y se acerca el cierre de la edición del día de Tal Cual. Cayó en cuenta de que esta entrevista reúne a dos ex directores del diario El Mundo, sacados de sus cargos —con 14 años de diferencia— por órdenes de presidentes del chavismo. “Pon eso en alguna parte”, dice y se levanta para salir de su pequeña oficina.

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¡Hola Teodoro! ¿Tú por aquí?

En busca de un anecdotario y hurgar en intimidades, he aquí un “test de personalidad” para conocer más acerca del parco “Teodoro”.

¿Cuál es la palabra o frase que menos le gusta?
“La agresividad inútil e innecesaria”.
¿La que más le gusta?
“El poder del sentido común”.
¿Qué le causa placer?
Un trabajo bien hecho.
¿Lo que más le desagrada?
Lo opuesto, un trabajo mal hecho.
El sonido que más le gusta
La música.
El que menos le gusta
Los chillidos.
Su palabrota favorita
No hay ninguna… preferida. Las palabrotas se aplican de acuerdo con lo que está ocurriendo.
Aparte de sus profesiones ¿Cuál otra le gustaría ejercer?
Me hubiera gustado ejercer medicina, cómo no. Soy hijo de médico.
La profesión que nunca ejercería
Tal vez la de policía.
Si creyera en el cielo, ¿qué le gustaría escuchar de Dios al llegar allá?
¡Hola Teodoro!, ¿tú por aquí?
¿Cuál es el personaje histórico que más admira?
Mandela. Nelson Mandela.
¿Si pudiera salvar un libro del fin del mundo, cuál sería?
Tal vez la Biblia.
¿Cree que puede existir vida inteligente en el espacio?
De creer, creo. Pero no hay ninguna evidencia de que esa creencia tenga sustento en la realidad.
¿Existe algo parecido al alma o al espíritu?
Parecido no. El ser humano es cuerpo y espíritu.
¿Qué pasa con ese espíritu cuando uno físicamente no está?
Pues desaparece, desaparece el cuerpo orgánico y su espíritu.
¿No queda nada?
Si fue alguien que hizo una obra, queda como legado el espíritu de esa obra.
¿Cuál es el mayor miedo de Teodoro Petkoff hoy en día?
Que la situación política coja un rumbo altamente inconveniente, o sea: dictatorial…
¿Qué peor defecto ve en sí mismo?
Cierta tendencia agresiva que no me gusta.
Dicen que García Márquez narró alguna de sus fugas…
No era exactamente ninguna de las fugas, sino que habló en general de que yo me fugaba espectacularmente.
¿Fueron muy amigos?
Era mi amigo, cómo no, lo fue hasta su muerte.
Además lo ayudó a fundar el MAS…
Ayudó en el sentido en que nos hizo la donación del monto del Premio Rómulo Gallegos, que para esa época era bastante dinero. Nos ayudó con su amistad inmarchitable hasta su muerte.
Usted salió del MAS por no estar de acuerdo con el apoyo del partido a Chávez en 1998. Pero García Márquez también era amigo de Chávez y de Fidel Castro. ¿No es paradójico?
Sí, pero Gabo cuenta que el jamás hizo pronunciamientos públicos. Y el único que hizo, en el final de su largo viaje con Chávez en avión, era cuando se preguntaba si estaba ante un revolucionario auténtico o ante uno más de los déspotas que han plagado de miserias a América Latina. Es decir, ya la duda estaba en él.
Por cierto, Chávez nunca atacó directamente a Petkoff en público…
Sí, es verdad. Poca referencia a mí hizo y por lo general nunca agresivas. Tuvimos una relación muy cordial, ciertamente.

Teodoro Petkoff, el estratega que salió de El Batey

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La temperatura puede rondar los 40 grados. Y así cualquier día. Da igual la época del año. Los tres niños posan para su padre. Están acostumbrados a pararse delante de una inmensa cámara de fuelle rematada en un trapo a cuya sombra se cobija el fotógrafo. El hombre les da indicaciones, hace girar un lente y se mete debajo de una especie de falda para fijar la imagen. Es como si quisiera que alguien más participara de la infancia de sus hijos, esa niñez excéntrica cuyo escenario y pormenores van a necesitar de mucha documentación visual para hacerse creíble a los ojos europeos. Si es que queda alguien a quien echarle el cuento de la peripecia venezolana de los Petkoff Maleç.

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Los niños de la foto son los hijos de Petko Petkoff e Ida Maleç —o Malek— de Petkoff. El mayor es Teodoro y los otros son sus hermanos, los gemelos Luben y Mirko. Sus primeros años de vida han transcurrido en el Central Venezuela, en un recodo del sur del lago de Maracaibo, donde fueron tomadas las fotografías.

La pareja Petkoff Maleç llegó a Venezuela a mediados de los años 20. Petko era un comunista búlgaro, exiliado en Checoslovaquia, e Ida era judía polaca, proveniente de una familia jasid. Los muy conservadores grupos jasídicos se distinguen fácilmente porque los hombres usan sombreros negros de estilo español de donde escapan bucles solitarios a ambos lados de la cabeza, mientras que las mujeres llevan largas faldas y están obligadas a taparse el pelo con pañoletas o pelucas. Por tanto, Ida tuvo que romper con su familia para estudiar. Ingresaría a la carrera de medicina, en Checoslovaquia, donde conoció a Petko, estudiante de ingeniería química. Se graduaron y se fueron juntos a París, donde Ida hizo estudios de postgrado. Es posible que estuviera demasiado concentrada en su tesis y no hubiera advertido que su flamante esposo intercambiada cartas con el único búlgaro —quizás dos— que había en Venezuela. Éste le aseguró al incauto Petko que Venezuela era el país del futuro. Fue así como embarcaron en un puerto francés y al término de la travesía se encontraron, encandilados… en La Guaira.

El primer empleo del ingeniero Petkoff fue en la Cervecería Caracas, donde cargaba cajas. Hasta que un día vio un avisito en el periódico. Era una oferta de trabajo del Central Venezuela, que era el central azucarero más importante del país para la época. Es posible que hayan permanecido un par de años en Caracas antes de seguir su camino al interior del país, porque, en 1928, Ida Maleç se convirtió en la primera mujer que obtuvo el título de médico por reválida en Venezuela.

Cabe asegurar que rindió sus pruebas en perfecto castellano. Ida Maleç era una políglota excepcionalmente dotada. Hablaba, leía y escribía con fluidez y corrección once lenguas: polaco, porque esa era su nacionalidad; yidish y hebreo, porque era judía y venía de una familia religiosa; ruso, porque era la lingua franca del área donde ella se desenvolvió en Europa; alemán, porque lo estudiaba la gente culta de la época; checo, porque estudió Medicina en Praga; búlgaro, porque al casarse con Petkoff residieron en Bulgaria por un tiempo; francés, porque hizo una especialización médica en una universidad de París; español, que cogió al vuelo en Venezuela y llegaría a dominar como una nativa; y, una vez de regreso en Caracas, tras la década de El Batey, se puso a estudiar inglés e italiano hasta usarlos con solvencia. Petko, en cambio, solo hablaba búlgaro y ruso. Se volvió un criollazo, pero abría la boca y era un musiú, tal era su acento. Entre ellos hablaron ruso desde el día en que se conocieron, cuando uno no hablaba la lengua del otro, hasta que la muerte los separó.

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Nadie sabe ahora si buscaban los servicios de un químico o un médico pero el caso es que, al descubrir que el cónyuge del solicitado era también profesional especializado, su curriculum se hizo más interesante y los dos fueron contratados. Llegaron a Maracaibo. Y se embarcaron en una piragua que cruzaba el lago, único medio de transporte para llegar a Bobures, capital del distrito —ahora municipio— Sucre, en el Zulia. Después siguieron camino por tierra hasta llegar El Batey, aldea que brotó como una floración del Central Venezuela, con 40 grados a la sombra y mucho paludismo. Toda la familia contraería la enfermedad, menos Teodoro.

El Diccionario de la Real Academia Española establece que la palabra batey es de origen caribe. “En los ingenios y demás fincas de campo de las Antillas, lugar ocupado por las casas de vivienda, calderas, trapiche, barracones, almacenes, etc.”. Pues bien, El Batey es la pequeña población donde han vivido tradicionalmente los trabajadores de la caña de azúcar y del Central Venezuela específicamente.

Tal como informa el Diccionario general del Zulia, editado por el BOD, el Central Venezuela fue obra del emprendimiento de Juan Evangelista París y Moisés Henríquez, quienes, en 1912, fundaron una pequeña compañía para la explotación de la caña, en Bobures. “Interesaron al capital americano y el 16 de mayo de 1913 se fundó una gran empresa azucarera denominada Venezuela Sugar Company, con un capital de un millón 500 mil dólares, dedicándose a la agricultura y a la manufactura de caña de azúcar. En 1919 se convirtió en el Central Venezuela, con capital únicamente venezolano de 12 millones de bolívares. […] Tuvo un ramal de la carretera Panamericana, una red de ferrocarril, un campo de aviación y un muelle. Producía azúcar refinada, denominada Cristal. Fue administrado por muchos años por la familia París con otros socios. En 1966 fue adquirido por la familia Brillembourg”.

Al químico y la médica les asignaron la mejor casa del Central Venezuela. Una residencia grande construida en madera, sostenida por pilotes, bien ventilada, con una amplia terraza cercada por una veranda donde venían a recostarse los miembros del staff, todos extranjeros, que se dejaban caer por las tardes, después del trabajo, en casa de los Petkoff Maleç.

Conocido como el enclave negro del Zulia, Bobures es un pequeño puerto. Está ubicado en el extremo sur del lago de Maracaibo. Su conformación territorial es curiosa porque está conformado por dos pedazos divididos por una franja que se le concedió a Mérida para que tuviera salida al estuario. Sus primeros poblados, San Pedro y Gibraltar, fueron fundados en 1516; y muy rápidamente comenzaron a llegar esclavos del África para cultivar la tierra. De hecho, el auge de Gibraltar comienza en el siglo XVII, cuando la Compañía de Jesús desarrolló el cultivo del cacao con tal éxito que llegó a establecer comercio con México y Europa.

Los Petkoff Maleç distaron mucho, pues, de ser los primeros inmigrantes llegados a aquellos parajes, poblados ya intensamente por varias generaciones de afrodescendientes. Ellos iban a residir allí durante 12 años. Petko Petkoff era el ingeniero químico de la industria y la doctora Maleç era la médica de los trabajadores del central, así como de los caseríos y pueblos vecinos. La doctora atendía a sus pacientes en la medicatura del Central. Llegó a ser tan popular que por ahí hay una foto donde aparece ella lanzando la primera bola en un juego de pelota sabanera en El Batey. “Yo recuerdo especialmente los habitantes de la vecina población de Torondoy porque de allí es Oswaldo Barreto —el intelectual, columnista del diario TalCual—; y alguna vez su mamá lo llevó a consultar a mamá, de manera que es posible que nos hayamos conocido desde entonces”, dice Teodoro Petkoff.

El 3 de enero de 1932, cuando los Petkoff tenían ya cuatro años establecidos en el Central, nació su primogénito, Teodoro. Nacería en Maracaibo, porque la doctora Maleç no podía atender su propio parto. Cuando le llegó el momento, tomó una piragua y se fue a la capital zuliana. Daría a luz en el Hospital Central, que está frente al malecón. Y, en cuanto estuvo en condiciones de viajar otra vez, regresó con su bebé. No sin antes inscribirlo debidamente en el registro como natural de Maracaibo.

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“El Batey no solo fue el primer lugar donde viví sino también donde vi de cerca la miseria. Hay que ver cómo vivía esa gente en los galpones miserables donde se hacinaban las familias de los trabajadores. Yo nací en la casa más cómoda del Central, pero de la puerta para afuera estaba el otro país. Puedo decir, por eso, que yo nací en el país que no suele verse. En una ocasión, mamá tuvo que amputarle las dos piernas a un guajiro que había tenido un accidente y había sido aprisionado por una de las máquinas donde se hacía la molienda de la caña.Como no había anestesia, ella lo hizo tomarse una botella de brandy íntegra antes de proceder con la operación. Desde mi casa yo oía los gritos desaforados del hombre en trance de ser doblemente amputado sin más alivio que un litro de licor. Ese era el país donde yo viví mis primeros años”, comenta Teodoro Petkoff.

En ese pequeño planeta soleado, impregnado del perfume de la caña molida, transcurrió la infancia de los niños de la fotografía. No iban a clases. Se pasaban el día jugando, corriendo por allí con los chiquillos de El Batey, trepando árboles, retozando en el río Torondoy, de frías aguas que bajan de los Andes con prisa por avenar en el lago. “La primera fractura y el primer yeso que tuve en la vida —me he pasado buena parte de la vida enyesado— fueron ahí, porque me caí de una mata y me fracturé la pierna derecha”, dice Petkoff.

Durante ocho años, esa fue la vida de Teodoro Petkoff. En nada diferente a la que llevaban los hijos de los obreros del Central, a diferencia quizá de que éstos no tenían triciclos propios. No había siquiera divergencias religiosas, puesto que en el hogar de los musiues ni se mencionaba el asunto de la confesión. “Una vez un muchachito de El Batey me dijo que los judíos habían matado a Cristo. Yo salí corriendo a preguntarle a mamá cómo era eso de que los judíos eran los asesinos de Cristo. No recuerdo la explicación que ella me dio, lo que sí conservo claramente en la memoria es que me dijo: ‘Cristo era judío también’”, recuerda Teodoro.

El Central Venezuela estaba prácticamente aislado. Aunque contaba con los avances antes anotados, su acceso y salida no resultaban sencillos. La vida debía transcurrir allí, en aquel breve espacio acotado de tablones de caña.

En mayo de 1933 nacieron los gemelos Luben y Mirko. Esos primeros días de su existencia están profusamente fijados en los centenares de fotografías que tomó Petko, quien para entonces era un hombre jovial, confiado quizá en que algún día mostraría esas fotos a sus familiares que habían quedado en Bulgaria, o a la parentela de su mujer.

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Antes de la guerra, la abuela Raina viajó de Bulgaria a El Batey, para pasarse unos meses con su hijo, su nuera y sus nietos. Raina Petkoff era comunista también. Y era tan importante dentro del partido que el tribunal que juzgó al zar Boris, muerto en 1943, contaba entre sus integrantes con esta señora. El álbum de familia recoge su adusta estampa en diversas instantáneas. Al parecer, disfrutó su estadía en aquel incandescente rincón del mundo cuya rutina rara vez era alterada. Por eso resultó tan sorprendente el estallido de la sirena del Central Venezuela que, de repente, empezó a sonar el 17 de diciembre de 1935, sin que se hubiera desatado un incendio o se hubiera registrado algún evento excepcional en la localidad. Teodoro, próximo a cumplir 4 años, y los morochos estaban sentados en la escalera que conducía a la veranda. Tan persistente e inesperado era el clangor que se quedaron paralizados. Hasta que alguien pasó apresuradamente y gritó hacia el interior de la casa: “se murió el presidente”.

Cuando Teodoro tenía 7 años volvió a ocurrir algo que quedó grabado en su memoria. Su padre estaba sentado en la sala de la casa oyendo la radio. La doctora estaba a su lado. Ambos tenían expresión grave. Obviamente, era el 1 de septiembre de 1939, porque lo que decía la radio era que los alemanes estaban entrando en Polonia.

Toda la familia de la doctora Maleç iba a morir en la Shoah. Con excepción de Francisca, una de las hermanas de Ida, la parentela en pleno fue trasladada a Auschwitz y obligada a ingresar a las cámaras de gas. Francisca llegó a Caracas tres años después del final de la guerra. Había estado en el gueto de Varsovia. Escapó y estuvo deambulando por donde pudo hasta que los alemanes la recapturaron y la mandaron a Theresienstadt, un campo de concentración que tenían en Checoslovaquia y que, supuestamente, era una colonia judía modelo donde filmaban sus documentales de propaganda. Fue el que le presentaron a la Cruz Roja Internacional en 1944. Silvio Rodríguez, cantante y compositor cubano, compuso una canción titulada Terezin, en homenaje a las víctimas de ese campo: “Una pesadilla blanca / de chimeneas quemando sangre / para hijos de Judea / con rara estrella y rostro de hambre”.

En 1940, Petko Petkoff se fue a Caracas, llevándose a su hijo mayor. Había llegado el momento de entrar a la escuela y en El Batey no había posibilidades. De momento, atrás quedaron la doctora y los gemelos. Como suele suceder, en las familias donde hay gemelos, Luben y Mirko constituían una unidad aparte. La relación entre los morochos y Teodoro, hasta adultos, no era estrecha. Lo era, y mucho, entre ellos. El hermano mayor era “el otro”. “La relación entre Luben y yo se hizo absolutamente cercana después de que mataron a Mirko, en el año 56. Luben quedó descentrado, tanto que hasta caminaba inclinado hacia un lado como si le faltara una mitad. Yo estaba clandestino en esa época y Luben empezó a ir a la ‘concha’, a verme. Llegaba y se sentaba en silencio. A él le afectó terriblemente aquella muerte. Eran unidísimos. Más que eso, eran espejo uno del otro. Luben era tranquilo mientras que Mirko era un gallo. La gente decía: ahí está Luben pensando las maldades para que Mirko las haga. Eran terribles. Unos azotes de barrio, realmente. A cada rato los hacían presos, y no por razones políticas. Hacían preso a uno y el otro lo iba a visitar… suplantándolo hasta la próxima tarde en que repetían la operación. Si eran 15 días de cárcel, cada uno cumplía la mitad. Eran absolutamente idénticos. Excepto papá, mamá y yo, nadie los distinguía”, vuelve Teodoro.

Padre e hijo se alojaron en una pensión en Caracas. Teodoro hizo el primer grado en el Colegio San Pablo, de los hermanos González Centeno; al término del cual emprendieron viaje al sur del lago a recoger a la familia para residenciarse definitivamente en Caracas. Los tres niños de la foto asistirían a la Escuela Experimental República de Venezuela y lo demás es historia conocida. Iba a pasar “una bola de años”, como él dice, para que Teodoro regresara a El Batey. “Volví muchos años después, la primera vez por pura curiosidad. Pero, luego, en cada campaña electoral, pasaba por allí. Eso era una fija”.

Este 3 de enero de 2018, ese muchachito que nos mira desde la hirviente atmósfera de la molienda, flanqueado por dos hermanos ya muertos, cumplía 86 años.

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